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Testigos de la cruz, 5 de junio
Y vosotros sois testigos de estas cosas. He aquí, yo enviaré la promesa de mi
Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén,
hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.
Lucas 24:48, 49
.
Después del derramamiento del Espíritu Santo, e investidos con la armadura
divina, los discípulos salieron con el propósito de testificar acerca de las maravillo-
sas historias del pesebre y de la cruz. Aunque sencillos, estos hombres llevaron la
verdad. Después de la muerte del Señor, el grupo se sintió desamparado, frustrado
y desanimado; como ovejas sin pastor. Sin embargo, ahora salieron a testificar de
la verdad sin más armamento que la Palabra y el Espíritu de Dios que les dieron el
poder para vencer toda oposición. El Salvador había sido rechazado, condenado y
clavado a una cruz ignominiosa. Los sacerdotes judíos y las autoridades habían
declarado con desdén: “A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey
de Israel, descienda ahora de la cruz y creeremos en él”.
Mateo 27:42
.
Sin embargo, aunque la cruz fue un instrumento de tortura y vergüenza, llegó
a ser símbolo de esperanza y salvación para el mundo. Los creyentes fueron
reanimados; la desesperanza y la sensación de desamparo los abandonó. Entonces,
y en virtud de que ahora estaban unidos por los lazos del amor de Cristo, el
carácter les fue transformado. Desprovistos de riquezas, y aunque por la manera
de expresarse los demás los consideraban como pescadores ignorantes, en virtud
de la obra del Espíritu Santo llegaron a ser poderosos testigos de Cristo. Sin honras
terrenas o reconocimiento social, fueron héroes de la fe. De sus labios brotaron
elocuentes palabras divinas que estremecieron al mundo.
Los capítulos tercero, cuarto y quinto de Hechos registran los detalles de su
testificación. Los que rechazaron y crucificaron al Salvador esperaban que los
desanimados y cabizbajos discípulos volvieran las espaldas al Señor. Sin embargo,
atónitos tuvieron que escuchar el audaz testimonio que ellos dieron con el poder
del Espíritu Santo. Las palabras y obras de los apóstoles representaron tan bien
las expresiones y el ministerio de su Maestro, que los demás no pudieron menos
que reconocer que hablaban en forma semejante a Cristo como resultado de
haber aprendido de él. “Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la
resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos”.
Hechos
4:33
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The Ellen G. White 1888 Materials, 1543
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