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Indignos pero útiles, 10 de junio
Sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo
débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del
mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo
que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia.
1 Corintios 1:27-29
.
Si reconociéramos la importancia y grandeza de su obra, y fuésemos conscien-
tes de nuestras limitaciones, deberíamos llenarnos de admiración al saber que Dios
puede utilizarnos, indignos como somos, en la tarea de conducir a la gente a la
verdad. Hay muchas asuntos que deberíamos estar en condiciones de comprender,
y que no entendemos por estar muy distantes de los privilegios que se nos han
concedido.
Cristo dijo a sus discípulos: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora
no las podéis sobrellevar”.
Juan 16:12
. Esa es nuestra situación. Si hubiesen sido
hacedores de sus palabras, y hubieran probado cada una de las verdades que él
les iba presentando, ¿habrían estado imposibilitados de comprender todo lo que
Jesús tenía para decirles? Aunque no las pudieran entender, Cristo prometió a
sus apóstoles que enviaría el Consolador para que los guiara a toda la verdad.
Nosotros también deberíamos estar en una posición donde pudiéramos comprender
sus enseñanzas, sus orientaciones y la obra del Espíritu de Cristo. No intentemos
medir a Dios o su verdad con nuestra comprensión finita o con nuestras opiniones
preconcebidas.
Hay muchos que no se dan cuenta de su situación; están ciegos espiritualmente.
“Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no
os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis
reprobados?”
2 Corintios 13:5
. Confío en que ninguno de nosotros será reprobado.
¿Está Cristo habitando por la fe en sus corazones? ¿Su Espíritu está en ustedes? Si
así fuera, tendríamos ansias de salvar a los perdidos por los cuales Cristo murió;
nuestro orgullo se ahogaría en la insignificancia, y únicamente él sería exaltado.
Hermanos y hermanas, hay una gran necesidad de que nos humillemos en la
presencia de Dios para que el Espíritu pueda venir sobre nosotros.
Si profesamos estar ligados a Cristo, debemos trabajar unidos con Dios. Sus
hijos deben amonestar al mundo a fin de prepararlo para permanecer en pie en
el día de la ira, cuando el Hijo del Hombre venga en las nubes del cielo. Los
miembros de la iglesia deben exponerse a los rayos de la luz divina que procede
de Cristo, a fin de reflejarla a otros mientras avanzan por el luminoso sendero que
se proyecta de la tierra al cielo.—
The Review and Herald, 8 de octubre de 1889
.
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