Todos somos llamados para ser misioneros, 11 de junio
Más vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo
adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó
de las tinieblas a su luz admirable.
1 Pedro 2:9
.
En representación de Cristo, el Espíritu Santo fortalece con poder a los más
débiles para que avancen en pos de la victoria. Dios ha organizado a sus ins-
trumentos para que lo ayuden a conducir a los pecadores hacia él. A muchos a
quienes no se les ha impuesto las manos, los envía para que se dediquen a su obra.
Responde las objeciones que presentan contra este plan de acción, incluso antes
de que sean planteadas. Dios ve el fin desde el principio. Conoce y se anticipa a
cada deseo, y hace provisión para las emergencias. Si el hombre finito a quien le
encomienda esta tarea no pone impedimentos, Dios tendrá obreros para enviar a
su viña.
A los que se convierten, Cristo les dice: “Id por todo el mundo y predicad el
evangelio a toda criatura”.
Marcos 16:15
. El Señor no necesita sentarse primero
en los concilios legislativos para hacer la siguiente pregunta a los que piensan
que deben planificar su obra: “¿Autorizarán a los hombres que yo escogí para que
se unan a ustedes con el fin de trabajar en algún lugar de mi viña moral?” Cristo
estaba a pocos pasos de su trono celestial cuando encomendó a sus discípulos la
gran misión, que también toca a todos los que creen en su nombre.
Jesús desea que cada ministro a quien le confió su cometido sagrado recuerde
sus mandatos, considere la vastedad de la obra, y comparta la obligación de
predicar el evangelio al mundo y a los que forman parte de él. “Así está escrito,
y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer
día y que predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en
todas las naciones, comenzando desde Jerusalén”.
Lucas 24:46, 47
. El poder de
Dios acompañará a todos los que proclaman el evangelio. Si los que pretenden
tener experiencia en las cosas de Dios hubieran cumplido con el cometido que se
les encomendó, toda la tierra ya habría sido amonestada, y el Señor Jesucristo ya
habría venido con poder y grande gloria.—
The Home Missionary, 1 de agosto de
1896
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