Poder sanador mediante el gran médico, 10 de julio
Cuando llegó la noche, luego que el sol se puso, le trajeron todos los que
tenían enfermedades, y a los endemoniados; y toda la ciudad se agolpó a la
puerta. Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y
echó fuera muchos demonios; y no dejaba hablar a los demonios, porque le
conocían.
Marcos 1:32-34
.
Al darnos a su Hijo, el Padre dio el don más costoso que el cielo podía conceder.
Es nuestro privilegio usar este don al ministrar a los enfermos. Dependan de Cristo.
Entreguen cada caso al gran Médico; permítanle que él dirija cada operación. La
oración ofrecida con sinceridad y fe será escuchada. Esto dará confianza a los
médicos y valor al sufriente.
Se me ha instruido que deberíamos conducir a los enfermos de nuestras
instituciones a esperar grandes cosas por causa de la fe del médico en el gran
Sanador, quien, en los años de su ministerio terrenal, recorrió las aldeas y los
pueblos de la tierra y sanaba a todos cuantos venían a él. Ninguno fue rechazado;
los sanó a todos. Induzcan a los enfermos a que perciban que, aunque invisible,
Cristo está presente para traer alivio y sanidad.
Después de su resurrección, Cristo habló con sus discípulos y durante cuarenta
días los instruyó acerca de su obra futura. El día de su ascensión, se encontró con
ellos en un monte de Galilea que les había indicado. Y les dijo: “Toda potestad
me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas
las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu
Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo
estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.
Mateo 28:18-20
. Es el
privilegio de cada médico y de cada sufriente creer en esta promesa; es la vida
para todo creyente.—
Carta B82, 1908 Loma Linda Messages, 355
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