El don de lenguas: facilidad para idiomas extranjeros, 14 de
julio
Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las
naciones bajo el cielo. Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y
estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. Y
estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos
estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en
nuestra lengua en la que hemos nacido?
Hechos 2:5-8
.
“Y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre
cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a
hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen”.
Hechos 2:3, 4
.
El Espíritu Santo, asumiendo la forma de lenguas de fuego, descansó sobre los
que estaban congregados. Esto era un emblema del don entonces concedido a los
discípulos, que los habilitaba para hablar con facilidad idiomas antes desconocidos
para ellos. La apariencia de fuego significaba el celo ferviente con que los apóstoles
iban a trabajar, y el poder que iba a acompañar su obra.
“Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones
bajo el cielo”.
Hechos 2:5
. Durante la dispersión, los judíos habían sido esparcidos
por casi todos los lugares del mundo habitado, y en su destierro habían aprendido a
hablar varios idiomas. Muchos de esos judíos estaban en esa ocasión en Jerusalén,
asistiendo a las festividades religiosas que se celebraban. Toda lengua conocida
estaba representada por la multitud allí reunida. Esta diversidad de idiomas hubiera
sido un gran obstáculo para la proclamación del evangelio; por lo tanto, Dios suplió
de una manera milagrosa la deficiencia de los apóstoles. El Espíritu Santo hizo
por ellos lo que los discípulos no hubieran podido llevar a cabo en todo el curso
de su vida. Ellos podían ahora proclamar las verdades del evangelio extensamente,
pues hablaban con corrección los idiomas de aquellos por quienes trabajaban.
Este don milagroso era una evidencia poderosa para el mundo de que la
comisión de ellos llevaba el sello del cielo. De allí en adelante, el habla de los
discípulos fue pura, sencilla y correcta, ya hablaran en su idioma nativo o en
idioma extranjero.—
Los Hechos de los Apóstoles, 32, 33
.
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