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Predicar a Cristo: más importante que lenguas y milagros, 16
de julio
¿Qué hay, pues, hermanos? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene
salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación.
Hágase todo para edificación.
1 Corintios 14:26
.
Hay una gran obra que hacer en nuestro mundo. Hombres y mujeres deben
ser convertidos, pero no por el don de lenguas ni por la realización de milagros,
sino por la predicación de Cristo crucificado. ¿Por qué postergar el esfuerzo de
hacer un mundo mejor? ¿Por qué esperar que se produzca alguna maravilla o se
provea algún instrumento costoso? No importa cuán humilde sea su esfera y cuán
modesto su trabajo, si obra en armonía con las enseñanzas del Salvador, Jesús se
revelará por su intermedio y su influencia atraerá a las personas hacia él. Si buscan
servir fervientemente al Señor, él honrará a los mansos y humildes. En todo lo
que hagamos, sea en el taller, en la granja o en la oficina, actuemos como para
convertir a las personas.
Sembremos junto a todas las aguas, manteniendo el amor de Dios en nosotros,
trabajando mientras es de día, y usando todos los medios que se nos confiaron
para el servicio del Maestro. Todo lo que nuestras manos encuentren para hacer,
debemos realizarlo con alegría; todo sacrificio que se nos pida, tenemos que
hacerlo alegremente. Al sembrar junto a todas las aguas, percibamos la verdad de
las palabras: “El que siembra generosamente, generosamente también segará”.
2
Corintios 9:6
.
Debemos todo a la gracia, al don soberano de Dios. La gracia conquistó nuestra
redención, nuestra regeneración y nuestra adopción como herederos con Jesucristo.
Que esta gracia sea revelada a otros.
El Salvador toma a quienes descubre que son moldeables y los usa para
gloria de su nombre. Emplea el material que otros pasarían por alto, y obra en
todos los que se entregan a él. Se deleita en tomar elementos aparentemente
sin posibilidades—a quienes Satanás ha degradado y por medio de quienes ha
trabajado—, y los convierte en objetos de su gracia. Se regocija en librarlos del
sufrimiento y de la ira que está a punto de caer sobre los desobedientes. Convierte a
sus hijos en sus agentes para la realización de esta obra; y en el éxito que alcanzan,
aún en esta vida, ellos encuentran una preciosa recompensa.—
The Review and
Herald, 5 de enero de 1905
.
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