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Pastores y maestros han de construir la unidad, 27 de julio
Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros,
evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos
para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta
que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de
Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de
Cristo.
Efesios 4:11-13
.
A quienes deben ser sus agentes humanos el Señor ha dado talentos de capaci-
dad y medios e influencia de acuerdo con su habilidad, para que en su servicio
empleen estos dones con sabiduría. Asignó a cada hombre su obra. “Y él mis-
mo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros,
pastores y maestros”.
¿Por qué designar diversos obreros? “A fin de perfeccionar a los santos para
la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos
lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón
perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no
seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por
estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del
error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la
cabeza, esto es, Cristo”.
Efesios 4:12-15
.
De este texto podemos aprender que el Señor tiene designados sus obreros, y
que la obra a ellos confiada tiene en vista un objetivo definido. Profetas, apóstoles,
evangelistas, pastores y maestros, todos han de trabajar para la perfección de los
santos, para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo. ¿Este
objetivo no es digno de cuidadosa atención? ¿No podemos discernir que en algún
aspecto especial de la obra en favor de la iglesia ha habido descuido para que
los santos no llegaran a la perfección que Dios espera? Si la tarea del ministerio
se hubiera hecho, la iglesia habría sido edificada y educada para la gran obra a
ella entregada. La verdad se habría presentado de tal manera que el Espíritu del
Señor habría actuado sobre los corazones, y los pecadores se habrían convencido
y convertido, y ya habrían tomado su lugar como seguidores de Cristo.—
The
Review and Herald, 7 de marzo de 1893
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