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El consejero: dar consejos inspirados, 9 de agosto
Porque por la mucha tribulación y angustia del corazón os escribí con
muchas lágrimas, no para que fueseis contristados, sino para que supieseis
cuán grande es el amor que os tengo.
2 Corintios 2:4
.
Cuando fui a Colorado, estaba tan agobiada a causa de vosotros que, en mi
debilidad, escribí muchas páginas para que se leyeran en vuestro congreso. Débil
y temblorosa, me levanté a las tres de la mañana para escribiros. Dios hablaba
mediante la arcilla. Podríais decir que esta comunicación era sólo una carta. Sí,
era una carta, pero inspirada por el Espíritu de Dios para presentaros cosas que
me habían sido mostradas. En estas cartas que escribo, en el testimonio dado,
os presento lo que el Señor me ha presentado. No escribo un solo artículo en la
revista que exprese meramente mis propias ideas. Son lo que Dios ha desplegado
ante mí en visión: los preciosos rayos de luz que brillan del trono...
¿Qué voz reconoceréis como la voz de Dios? ¿Qué poder tiene el Señor en
reserva para corregir vuestros errores y mostraros vuestra conducta tal como es?
¿Qué poder para obrar en la iglesia? Si rehusáis creer hasta que cada sombra de
incertidumbre y cada posibilidad de duda sean quitadas, nunca creeréis. La duda
que demanda perfecto conocimiento nunca dará fruto de fe. La fe descansa sobre
evidencia, no demostración. El Señor requiere de nosotros que obedezcamos la
voz del deber, cuando hay otras voces en torno de nosotros que nos instan a seguir
un proceder opuesto. Se requiere nuestra atención ferviente para distinguir la voz
que habla de parte de Dios. Debemos resistir y vencer la inclinación y obedecer la
voz de la conciencia sin parlamentar o entrar en componendas, no sea que deje de
instarnos y predominen la voluntad propia y el impulso.
La palabra del Señor nos viene a todos los que no hemos resistido a su Espíritu
determinando no oír ni obedecer. Esa voz se oye en amonestaciones, en consejos,
en reproches. Es el mensaje de luz del Señor para su pueblo. Si esperamos que
haya llamadas más fuertes o mejores oportunidades, la luz puede ser retirada y
nosotros dejados en tinieblas.—
Mensajes Selectos 1:31, 32
.
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