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Para advertirnos de engaños futuros, 18 de agosto
Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre
vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías
destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí
mismos destrucción repentina.
2 Pedro 2:1
.
En lo futuro se levantarán engaños de toda clase, por lo que necesitamos una
base sólida para nuestros pies. Queremos pilares firmes para el edificio. Ni un solo
clavo ha de quitarse de lo que el Señor ha establecido. El enemigo introducirá
falsas teorías, como la doctrina de que no hay santuario. ¿Dónde encontraremos
seguridad a menos que sea en las verdades que el Señor nos ha estado dando en
los últimos cincuenta años?
Quiero decirles que Cristo vive, intercede por nosotros, y salvará a todo aquel
que viene a él con fe y obedece sus instrucciones. Pero recuerden que no quiere
que dediquen sus energías a criticar a los hermanos. Ocúpense de su salvación.
Hagan la obra que Dios les ha dado. Encontrarán tanto para hacer que no tendrán
inclinación a criticar a algún prójimo. Usen el talento del habla para ayudar y
bendecir. Si ejecutan la obra que Dios les ha dado, tendrán un mensaje para llevar,
y comprenderán qué significa ser santificados por el Espíritu.
No crean que Satanás no hace nada. No piensen que su ejército está pasivo. El
y sus instrumentos ocupan el campo. Tenemos que ponernos toda la armadura de
Dios. Habiendo hecho esto, permanezcamos en pie, enfrentando a principados y
poderes y maldades espirituales en el aire. Si tenemos puesta la armadura celestial,
encontraremos que los ataques del enemigo no tendrán poder sobre nosotros. Los
ángeles de Dios estarán a nuestro alrededor para protegernos. Con la seguridad de
Dios, sé que será así.
En el nombre del Señor Dios de Israel les pido que vengan en ayuda del Señor,
para guerrear con él contra los poderosos. Si hacen esto, tendrán de su lado un
potente Ayudador y Salvador personal. Estarán cubiertos con el escudo de la
Providencia. Dios abrirá un camino para ustedes, para que nunca sean vencidos
por el enemigo.—
The Review and Herald, 25 de mayo de 1905
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