El ministerio de la bondad, 22 de agosto
Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de
ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y
toda dolencia en el pueblo. Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas;
porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen
pastor.
Mateo 9:35, 36
.
En su ministerio, el Señor continuamente realizaba actos de amor, y cada obrero
del Evangelio debe hacer lo mismo. El nos ha designado como sus embajadores
para llevar adelante su obra en el mundo. A cada verdadero y abnegado servidor se
le da la comisión: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”.
Marcos 16:15
.
Lean cuidadosamente la instrucción dada en el Nuevo Testamento. La obra
que hizo el gran Maestro en relación con sus discípulos es el ejemplo que hemos
de seguir en nuestra obra médico-misionera. Pero, ¿hemos seguido este ejemplo?
Las buenas nuevas de la salvación han de ser proclamadas en cada aldea, pueblo
y ciudad. Pero, ¿dónde están los misioneros? Pregunto en el nombre de Dios,
¿dónde están los colaboradores de Dios?
Sólo mediante un interés generoso en los que tienen necesidad de ayuda es
como podremos dar una demostración práctica de las verdades del evangelio. “Y si
un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento
de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero
no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así
también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma”.
Santiago 2:15, 16
. “Y
ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos
es el amor”.
1 Corintios 13:13
.
La predicación del evangelio es mucho más que un mero sermoneo. El igno-
rante debe ser iluminado; el desanimado, levantado; el enfermo, sanado. La voz
humana ha de hacer su parte en la obra de Dios. Las palabras de ternura, simpatía
y amor darán testimonio de la verdad. Oraciones fervientes y de corazón atraerán
a los ángeles.
La evangelización del mundo es la obra que Dios ha dado a quienes salen
en su nombre. Tienen que ser colaboradores con Cristo, revelando su tierno y
compasivo amor en favor de los que están por perecer.—
The Review and Herald,
4 de marzo de 1902
.
[246]
249