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Lluvias de gracia, 17 de enero
Pedid a Jehová lluvia en la estación tardía. Jehová hará relámpagos, y os
dará lluvia abundante, y hierba verde en el campo a cada uno.
Zacarías
10:1
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En el Oriente, la lluvia temprana cae al tiempo de la siembra. Es necesaria
para que la semilla pueda germinar. Por efecto de la fertilizante lluvia, los tiernos
brotes se desarrollan. La última precipitación, que ocurre al fin de la temporada,
madura el grano y lo prepara para la cosecha. El Señor utilizó este proceso natural
con el fin de representar la obra del Espíritu Santo. Como el rocío y la lluvia
primero producen la germinación de la semilla y después la maduración del grano
para la cosecha, del mismo modo el Espíritu Santo tiene la misión de producir, de
una etapa a otra, el crecimiento espiritual. La maduración del grano representa la
culminación de la obra de la gracia de Dios en el creyente. En virtud de la acción
del Espíritu Santo la imagen moral de Dios se perfecciona en el carácter. Hemos
de ser totalmente transformados a la semejanza de Cristo.
Muchos han errado en gran manera al no recibir la lluvia temprana. No han
obtenido todos los beneficios que Dios ha provisto para ellos. Esperan que su
falta será suplida por la lluvia tardía. Tienen la intención de abrir el corazón para
recibirla cuando sea concedida la generosa abundancia de la gracia. Pero incurren
en un terrible error. La obra de Dios, que comienza en el corazón al momento
de conceder su luz y conocimiento, debe crecer continuamente. Cada persona
necesita descubrir su propia carencia. Para que pueda habitar el Espíritu en el
corazón, éste debe ser vaciado y purificado de toda contaminación.
Sólo mediante la confesión y el abandono del pecado, la oración ferviente y la
consagración a Dios, los discípulos pudieron estar preparados para el derrama-
miento del Espíritu Santo en el día de Pentecostés. Una obra semejante, pero en
un grado superlativo, debe hacerse ahora. Luego, lo único que necesita realizar el
agente humano es solicitar la bendición, y esperar que el Señor lo perfeccione. Es
Dios quien comienza y termina la obra que hace al creyente completo en Cristo
Jesús. Sin embargo, no debemos ser descuidados con la gracia representada por la
lluvia temprana. Únicamente los que viven en armonía con la iluminación obteni-
da, recibirán más luz. A menos que avancemos diariamente en la ejemplificación
de las activas virtudes cristianas, no estaremos en condiciones de reconocer la
manifestación del Espíritu Santo en la lluvia tardía. Alrededor, otros corazones la
podrán estar recibiendo, pero nosotros no lo advertiremos ni la recibiremos.—
The
Review and Herald, 2 de marzo de 1897
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