El espíritu es nuestro ayudador, 18 de enero
El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como
conviene no lo sabemos, pero el Espíritu intercede por nosotros con
gemidos indecibles.
Romanos 8:26
.
El Espíritu Santo formula toda oración sincera. Descubrí que en todas mis
intercesiones, interviene por mí y por cada uno de los santos. Su mediación
siempre estará fundamentada en la voluntad de Dios, y nunca tendrá el propósito
de avalar lo que está en contra de sus designios. “El Espíritu nos ayuda en nuestra
debilidad”.
Romanos 8:26
. Siendo Dios, el Espíritu conoce la mente del Altísimo.
Por lo tanto, en cada oración, ya sea en favor de los enfermos u otras necesidades,
la voluntad de Dios ha de ser respetada. “¿Quién de los hombres sabe las cosas
del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así también nadie conoció
las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios”.
1 Corintios 2:11
.
Si deseamos ser enseñados por Dios, deberemos orar conforme a su voluntad
revelada, y estar dispuestos a someternos a sus designios, porque los desconoce-
mos. Cada súplica debe estar de acuerdo con los deseos de Dios, confiando en su
preciosa Palabra, y creyendo que Cristo se dio a sí mismo por sus discípulos. El
registro dice: “Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo”.
Juan 20:22
.
Jesús está esperando soplar sobre todos sus discípulos con el propósito de
darles la inspiración santificada de su Espíritu y transmitir a su pueblo su propia
influencia vitalizadora. También desea que entendamos la imposibilidad de servir
a dos señores. Nuestros intereses no pueden estar divididos. Cristo quiere vivir
y actuar por intermedio de las facultades y habilidades de sus agentes humanos.
La voluntad debe cooperar con la suya y actuar con su Espíritu, puesto que ya no
son ellos los que viven, sino Cristo en los suyos. Jesús desea grabar en sus hijos la
idea de que, al darles el Espíritu Santo, les concede la misma gloria que el Padre le
había dado, para que él y su pueblo sean uno en Dios. Nuestros deseos y nuestra
voluntad deben estar sujetos a la suya, puesto que él es justo, santo y bueno.—
The
Signs of the Times, 3 de octubre de 1892
.
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