Noé, 2 de septiembre
Dijo luego Jehová a Noé: Entra tú y toda tu casa en el arca; porque a ti he
visto justo delante de mí en esta generación.
Génesis 7:1
.
En los días de Noé, la maldad del mundo llegó a ser tan grande que Dios no
podía soportarla más, y dijo: “Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres
que he creado”.
Génesis 6:7
. Pero se compadeció de la raza humana, y en su
amor proveyó un refugio para todos los que lo aceptaran. Le dio a Noé el mensaje
que debía proclamar a la gente: “No contenderá mi espíritu con el hombre para
siempre”.
Génesis 6:3
.
Se le indicó a Noé que construyera un arca, y que al mismo tiempo predicara
que Dios enviaría un diluvio de agua sobre la tierra para destruir a los impíos.
Los que creyeran el mensaje, y se prepararan para ese acontecimiento mediante el
arrepentimiento y la reforma, recibirían perdón y serían salvos; pero la resistencia
continua a los ruegos y las advertencias del cielo, dadas por su siervo Noé, los
separarían de Dios y, como resultado, la misericordia y el amor infinitos cesarían
en sus súplicas.
El Espíritu de Dios continuó luchando con el hombre rebelde hasta que casi
expiró el tiempo estipulado, cuando Noé y su familia entraron al arca, y la mano
de Dios cerró la puerta. El Dios de la misericordia, al dejar el trono de oro, terminó
la intercesión por el pecador culpable.
No todos los hombres de esa generación eran paganos idólatras en el más am-
plio sentido de la palabra. Muchos tenían conocimiento de Dios y de su ley; pero
no sólo rechazaron el mensaje del fiel predicador de justicia, sino que utilizaron su
influencia para evitar que otros obedecieran a Dios. A todos les llega el día de prue-
ba y de decisión. Esa generación tuvo su día de oportunidad y privilegio mientras
Noé hacía resonar la nota de advertencia acerca de la destrucción venidera; pero
cedieron sus mentes al control de Satanás antes que al de Dios, y él los engañó,
como lo hizo con nuestros primeros padres. Les presentó oscuridad y falsedad
en lugar de luz y verdad; y ellos prefirieron sus sofisterías y mentiras, porque les
resultaban aceptables al estar en armonía con sus vidas corruptas; mientras que la
verdad, que podría haberlos salvado, fue rechazada como un error.—
The Signs of
the Times, 1 de abril de 1886
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