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José, 4 de septiembre
Y Dios me envió delante de vosotros, para preservaros posteridad sobre la
tierra, y para daros vida por medio de gran liberación. Así, pues, no me
enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón y
por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de Egipto.
Génesis 45:7, 8
.
Fue el plan de Dios que por medio de José fuera introducida entre los egipcios
la religión de la Biblia. Este fiel testigo debía representar a Cristo en la corte de
los reyes. En su juventud, Dios se comunicó con José a través de sueños, dándole
un indicio del alto cargo al que sería llamado a servir. Para evitar su cumplimiento,
sus hermanos lo vendieron como esclavo; pero su acción cruel dio como resultado
el hecho preciso que sus sueños habían predicho.
Los que buscan torcer el propósito divino y oponerse a su voluntad, pueden
parecer prosperar durante un tiempo; pero Dios está obrando para cumplirlo. El, a
su debido tiempo, manifestará quién es el gobernante de los cielos y de la tierra.
José consideró como la mayor calamidad que podría haberle ocurrido el ser
vendido en Egipto; pero entonces vio la necesidad de confiar en Dios como nunca
lo había hecho cuando estaba protegido por el amor de su padre. José llevó a Dios
consigo a Egipto, y este hecho quedó de manifiesto por su comportamiento alegre,
a pesar de su tristeza. Como el arca del Señor trajo descanso y prosperidad a Israel,
así también este joven temeroso y amante de Dios fue una bendición en Egipto.
Este hecho se hizo patente de una manera tan señalada que Potifar, en cuya casa
servía, atribuyó todas sus bendiciones a este esclavo que había comprado, y lo
convirtió más en un hijo que en un siervo. Es el propósito de Dios que los que le
aman y honran también sean honrados, y que la gloria que se le da a Dios a través
de ellos, se refleje sobre éstos mismos.
El carácter de José no cambió cuando fue exaltado a una posición de confianza.
Fue destacado en ella para que su virtud brillara con una luz distintiva de buenas
obras. La bendición de Dios descansó sobre él en la casa y en el campo. Todas las
responsabilidades de la casa de Potifar fueron puestas sobre él. En todo manifestó
una integridad inmutable, porque amaba y temía a Dios.—
The Youth’s Instructor,
11 de marzo de 1897
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