Moisés, 5 de septiembre
Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón,
y saque de Egipto a los hijos de Israel? Y él respondió: Vé, porque yo estaré
contigo; y esto te será por señal de que yo te he enviado; cuando hayas
sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte.
Éxodo 3:11,
12
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La devoción y la humildad siempre han caracterizado a los hombres a quienes
Dios ha confiado responsabilidades importantes en su obra. El llamamiento divino
a Moisés en el desierto lo encontró desconfiado de sí mismo. Se daba cuenta de
su incapacidad para el cargo de confianza al cual lo había llamado Dios; pero, al
aceptarlo, se convirtió en un instrumento pulido en manos del Señor para cumplir
la mayor tarea que se haya encomendado alguna vez a los mortales.
Si Moisés hubiera confiado en su propia fuerza y sabiduría, y aceptado an-
siosamente la gran comisión, habría evidenciado su plena incapacidad para esa
tarea. El hecho de que un hombre sienta su propia debilidad, por lo menos es una
evidencia de que se da cuenta de la magnitud del trabajo que se le ha señalado, y
esto da lugar a la esperanza de que centre en Dios su fuente de consejo y fortaleza.
Tal persona no se moverá más allá ni más rápido de lo que Dios lo guía.
Un hombre adquiere poder y eficiencia al aceptar las responsabilidades que
Dios pone sobre él, y cuando con todo su ser busca calificarse para llevarlas a cabo
acertadamente. No importa cuán humilde sea su cargo o limitada su habilidad, esa
persona alcanzará verdadera grandeza cuando responda alegremente al llamado
del deber, y cuando confiando en la fuerza divina decida realizar su tarea con
fidelidad. Sentirá que tiene una comisión sagrada de luchar contra el mal, de
fortalecer lo recto, de elevar, consolar y bendecir a sus prójimos. La indolencia,
el egoísmo y el deseo de aprobación mundanal debe dejar lugar a este elevado y
santo llamamiento.
Comprometido en una obra así, el hombre débil se transformará en fuerte; el
tímido, en valiente; el vacilante, en firme y decidido. Cada uno se da cuenta de
la importancia que implica su responsabilidad, y es consciente de que el cielo lo
ha escogido para realizar una tarea especial para el Rey de reyes. Personas como
éstas dejarán mejor al mundo por haber vivido en él. Ejercen su influencia para
elevar, purificar y ennoblecer a todos aquellos con quienes entran en contacto, y
así ayudan a preparar a sus semejantes para las cortes celestiales.—
The Signs of
the Times, 11 de agosto de 1881
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