Salomón, 11 de septiembre
Ahora pues, Jehová Dios mío, tú me has puesto a mí tu siervo por rey en
lugar de David mi padre; y yo soy joven, y no sé cómo entrar ni salir. Y tu
siervo está en medio de tu pueblo al cual tú escogiste; un pueblo grande,
que no se puede contar ni numerar por su multitud. Da, pues, a tu siervo
corazón entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno
y lo malo; porque ¿quién podrá gobernar este tu pueblo tan grande?
1
Reyes 3:7-9
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El nombre de Jehová fue grandemente honrado durante la primera parte del
reinado de Salomón. La sabiduría y la justicia reveladas por el rey atestiguaban
ante todas las naciones la excelencia de los atributos del Dios a quien servía.
Durante un tiempo Israel fue como la luz del mundo y puso de manifiesto la
grandeza de Jehová. La gloria verdadera de Salomón durante la primera parte de
su reinado no estribaba en su sabiduría sobresaliente, sus riquezas fabulosas o su
extenso poder y fama, sino en la honra que reportaba al nombre del Dios de Israel
mediante el uso sabio que hacía de los dones del cielo.
A medida que transcurrían los años y aumentaba la fama de Salomón, procuró
él honrar a Dios incrementando su fortaleza mental y espiritual e impartiendo de
continuo a otros las bendiciones que recibía. Nadie comprendía mejor que él que
el favor de Jehová le había dado poder, sabiduría y comprensión, y que esos dones
le eran otorgados para que pudiese comunicar al mundo el conocimiento del Rey
de reyes.
Salomón se interesó especialmente en la historia natural, pero sus investiga-
ciones no se limitaron a un solo ramo del saber. Mediante un estudio diligente
de todas las cosas creadas, animadas e inanimadas, obtuvo un concepto claro del
Creador. En las fuerzas de la naturaleza, en el mundo mineral y animal, y en todo
árbol, arbusto y flor, veía una revelación de la sabiduría de Dios, a quien conocía
y amaba cada vez más a medida que se esforzaba por aprender.—
La Historia de
Profetas y Reyes, 22, 23
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