Juan el revelador, 30 de septiembre
Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el
reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por
causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo.
Apocalipsis 1:9
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Las apariencias externas indicaban que los enemigos de la verdad estaban
triunfando, pero, invisible, la mano de Dios se movía en la oscuridad. El Señor
permitió que su siervo fuera puesto donde Cristo pudiera darle una revelación
de sí mismo más maravillosa que la que alguna vez hubiera recibido; donde le
fuera posible recibir una iluminación más preciosa para la iglesia. Permitió que
fuera confinado en la soledad, para que su oído y su corazón pudieran estar más
plenamente preparados para escuchar y recibir las revelaciones que se le darían. El
hombre que envió a Juan al exilio no fue relevado de su responsabilidad en esto,
pero fue un instrumento en las manos de Dios para llevar a cabo sus propósitos
eternos. El esfuerzo para extinguir la luz destacó la verdad en marcado relieve.
Juan fue privado de la compañía de sus hermanos, pero ningún hombre podía
apartarlo del compañerismo de Cristo. Una gran luz procedente de Jesús había de
brillar sobre su siervo. El Señor cuidaba a su desterrado discípulo, y le dio una
maravillosa revelación de sí mismo. Juan el amado fue ricamente favorecido. Con
los demás apóstoles había caminado y hablado con Jesús, aprendiendo de él, y
deleitándose con sus palabras. Su cabeza a menudo había descansado sobre el
pecho del Salvador. Pero también debía verlo en Patmos.
Dios, Cristo y la hueste celestial fueron los compañeros de Juan en la solitaria
isla, y de ellos recibió instrucción de infinita importancia. Allí escribió las visiones
y revelaciones que recibió de Dios, y que se refieren a lo que ocurrirá en las
escenas finales de la historia de esta tierra. Cuando su voz no pudiera testificar más
acerca de la verdad, los mensajes que se le dieron en Patmos debían brillar como
una lámpara encendida. Gracias a ellos, hombres y mujeres están conociendo los
propósitos de Dios, no meramente acerca de la nación judía, sino con respecto a
toda nación sobre la tierra.—
The Signs of the Times, 22 de marzo de 1905
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