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Examen del corazón y autoexamen, 4 de octubre
Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis
pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el
camino eterno.
Salmos 139:23, 24
.
Después de la ascensión de Cristo, los discípulos se reunieron en un lugar para
presentar humildes súplicas a Dios. Luego de diez días de examinar sus corazones
y de autoexamen, el camino estaba preparado para que el Espíritu Santo entrara
en el templo de cada ser que había sido limpiado y consagrado. Cada corazón
estaba lleno del Espíritu, como si Dios deseara mostrar a su pueblo que era su
prerrogativa bendecirlos con las bendiciones más selectas del cielo.
¿Cuál fue el resultado? Miles fueron convertidos en un día. La espada del
Espíritu brillaba a diestra y siniestra. Recientemente afilada con poder, penetraba
hasta partir la mente y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos. Fue eliminada
la idolatría mezclada en la adoración de la gente. Al reino de Dios se añadían
nuevos territorios. Lugares que habían sido estériles y desolados, elevaban sus
alabanzas. Creyentes reconvertidos, nacidos de nuevo, eran un poder viviente para
Dios. Había en sus bocas un canto nuevo de alabanza a Dios.
Controlados por el Espíritu, veían a Cristo en sus hermanos. Un sólo interés
prevalecía. Un tema de emulación absorbía todos los demás, ser como Cristo y
hacer las obras de Cristo. El celo ferviente que sentían se expresaba mediante
una solícita ayuda mutua, palabras bondadosas y actos desinteresados. Todos se
esforzaban por ver quién podía hacer más para extender el reino de Cristo. “Y la
multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma”.
Hechos 4:32
.
En los doce discípulos, la levadura de la verdad fue escondida por el gran
Maestro. Estos discípulos habían de ser los instrumentos en manos de Dios para
revelar la verdad al mundo. Se les dio poder divino, porque un Salvador resucitado
sopló sobre ellos diciendo: “Recibid el Espíritu Santo”. Imbuidos con este Espíritu,
salieron para testificar de la verdad. Así Dios desea que sus siervos salgan hoy con
el mensaje que les ha dado. Pero hasta que reciban el Espíritu Santo no podrán
llevarlo con poder, ni podrán darse cuenta de lo que Dios puede hacer por medio
de ellos.—
The Review and Herald, 10 de junio de 1902
.
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