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Buscar la armonía, 6 de octubre
Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad,
estimando cada uno a los demás como superior a él mismo.
Filipenses 2:3
.
Los siervos de Dios han de trabajar en perfecta armonía. La contienda produce
alienación, lucha y discordia. Se me ha instruido que nuestras iglesias no tienen
necesidad de perder tiempo en rencillas. Cuando el espíritu de contienda batalle
por la supremacía, deténganse, arreglen las cosas; si no, Cristo vendrá rápidamente
y quitará el candelero de su lugar. Hágase una obra ferviente de arrepentimiento.
Escudriñe el Espíritu de Dios la mente y el corazón, y limpie todo lo que estorbe
la reforma necesaria. Hasta que esto se realice, Dios no puede concedernos su
poder y gracia. Y mientras estemos sin esto, los hombres tropezarán y caerán, y
no sabrán en qué tropezaron.
El amor de Cristo es el lazo que ha de unir la mente y el corazón de los
creyentes.
La sangre de Cristo fue derramada para toda la familia humana. Ninguno
necesita perderse. Los que no se salvan perecerán porque decidieron renunciar
a una eternidad de bendición a cambio de la satisfacción de seguir sus propios
caminos. Esta fue la elección de Satanás, y hoy su obra y su reino testifican del
carácter del paso que dio. El crimen y la miseria que llenan nuestro mundo, los
horribles asesinatos que ocurren diariamente, son los frutos de la sumisión del
hombre a los principios de Satanás.
Mis hermanos, lean el libro del Apocalipsis del principio al fin, y pregúntense
si no sería mejor pasar menos tiempo en luchas y contiendas, y comenzar a pensar
cuán rápidamente nos acercamos a la gran crisis final. Los que procuran hacer
aparecer sin significación especial los juicios que el Señor envía ahora a la tierra,
pronto serán forzados a entender lo que ahora eligen no comprender.—
The Review
and Herald, 20 de agosto de 1903
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