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Más oración ferviente, 30 de octubre
Reconocemos, oh Jehová, nuestra impiedad, la iniquidad de nuestros
padres; porque contra ti hemos pecado. Por amor de tu nombre no nos
deseches, ni deshonres tu glorioso trono; acuérdate, no invalides tu pacto
con nosotros.
Jeremías 14:20, 21
.
Asciendan nuestras oraciones a Dios pidiendo su gracia transformadora que
convierte. Deberían celebrarse reuniones en cada iglesia para elevar oraciones
solemnes y realizar una búsqueda sincera de la Palabra para saber qué es la verdad.
Tomen las promesas de Dios, y pídanle con fe ardiente el derramamiento de su
Santo Espíritu. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre nosotros, se obtendrán
de la Palabra de Dios toda su esencia y sustancia.
Cuando las iglesias lleguen a ser cuerpos vivos y activos, el Espíritu Santo
será enviado en respuesta a su pedido sincero. Entonces la verdad de la Palabra de
Dios será considerada con nuevo interés, y explorada como si fuera una revelación
directa de los atrios celestiales. Cada declaración de la inspiración con respecto
a Cristo se apoderará de lo íntimo de cada creyente que lo ama. Cesarán la
envidia, los celos, y las suspicacias. La Biblia será considerada como una carta
constitucional del cielo. Su estudio absorberá la mente, y sus verdades serán un
festín para el creyente. Las promesas de Dios ahora repetidas como si nuestro
espíritu nunca hubiera gustado su amor, brillarán entonces sobre el altar del
corazón y caerán como palabras ardientes de los labios de los mensajeros de Dios.
Ante la gente suplicarán entonces con un fervor que no puede ser rechazado. Así,
las ventanas de los cielos se abrirán para dejar caer la lluvia tardía. Los seguidores
de Cristo estarán unidos en amor.
La única forma en que la verdad puede ser presentada al mundo en su carácter
puro y santo, es por lo que dicen creer en ella los exponentes de su poder. La
Biblia requiere que los hijos e hijas de Dios se ubiquen en una plataforma elevada;
porque Dios demanda que representen a Cristo ante el mundo. Al representarlo,
también representan al Padre. La unidad de los creyentes testifica de su unión con
Cristo, y esta comunión es requerida por la luz acumulada que ahora brilla sobre
el sendero de los hijos de Dios.—
The Review and Herald, 25 de febrero de 1890
.
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