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Provisión ilimitada de espíritu misionero, 2 de noviembre
Y los que creían en el Señor aumentaban más, gran número así de hombres
como de mujeres; tanto que sacaban los enfermos a las calles, y los ponían
en camas y lechos, para que al pasar Pedro, a lo menos su sombra cayese
sobre alguno de ellos.
Hechos 5:14, 15
.
Las últimas palabras de Cristo [a sus discípulos] fueron: “Id por todo el mundo
y predicad el evangelio a toda criatura”.
Marcos 16:15
. Y extendiendo sus manos
sobre ellos en actitud de bendición, ascendió al cielo rodeado por las huestes de
ángeles celestiales que habían venido a escoltarlo en su camino hacia los portales
de Dios. Esta misión convirtió a sus discípulos en agentes mediante los cuales
el evangelio de las buenas nuevas había de llegar a todas las naciones. Esta fue
la última voluntad y testamento de Cristo a sus seguidores que caminaron con él
durante los años de su ministerio terrenal, y a los que creerían en él por medio
de la palabra de ellos. Su primera obra en el cielo estuvo en armonía con el
último encargo que hizo sobre la tierra. Les envió la promesa del Padre. El día
del Pentecostés el Espíritu Santo fue derramado sobre los discípulos en oración, y
ellos testificaron acerca de su origen adondequiera que iban.
El espíritu misionero fue derramado en provisión ilimitada, y los discípulos
testificaron de un Salvador crucificado y resucitado, y convencieron al mundo de
pecado, de justicia y del juicio venidero. Hicieron exactamente lo que el Señor
levantado de la tumba les había indicado, y comenzaron a publicar el evangelio en
Jerusalén, en el mismo lugar donde existían los prejuicios más profundos, y donde
prevalecían las ideas más confusas con respecto al que había sido clavado en la cruz
como un malhechor. Tres mil personas recibieron el mensaje y se convirtieron. No
fueron intimidados por la persecución, la cárcel y la muerte; más bien continuaron
hablando con todo denuedo las palabras de verdad, presentando a los judíos la
obra, la misión y el ministerio de Cristo, su crucifixión, resurrección y ascensión;
y cada día se añadían creyentes—hombres y mujeres—en el Señor.—
The Review
and Herald, 6 de noviembre de 1894
.
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