Un nuevo Pentecostés, 3 de noviembre
Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba
grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a
la fe.
Hechos 6:7
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Como los discípulos, que llenos del poder del Espíritu salieron a proclamar
el evangelio, así los siervos de Dios han de salir hoy. Hemos de realizar la obra
del Señor llenos del desinteresado espíritu de dar el mensaje de misericordia a los
que están en la oscuridad del error y la incredulidad. Tenemos que realizar nuestra
parte en cooperación con él; también actuará sobre los corazones de los incrédulos
para desarrollar su obra en las regiones distantes. Muchos ya están recibiendo el
Espíritu Santo, que despejará el camino bloqueado por la indiferencia descuidada.
¿Por qué se ha registrado la obra de los discípulos, trabajando con santo celo,
animados y vitalizados por el Espíritu Santo, si no es para que hoy el pueblo del
Señor obtenga inspiración para trabajar fervorosamente por él? Lo que el Señor
hizo por su iglesia en ese entonces, es igualmente esencial que hoy lo haga por
su pueblo. En la actualidad cada miembro de iglesia ha de hacer lo mismo que
realizaron los apóstoles. Y tenemos que trabajar con tanto o más fervor, para ser
bendecidos con una mayor medida del Espíritu Santo, puesto que el crecimiento
de la maldad requiere un llamado más decidido al arrepentimiento.
Aquel sobre quien brilla la luz de la verdad presente debe ser conmovido a
compasión en favor de los que están en la oscuridad. Cada creyente ha de reflejar
la luz en rayos claros y definidos. Hoy el Señor espera realizar una obra similar a
la que hizo mediante sus mensajeros delegados después del día de Pentecostés.
Cuando el fin de todas las cosas está cerca, el celo de la iglesia actual ¿no debería
exceder al de la iglesia primitiva? El fervor por la gloria de Dios impulsó a los
discípulos a dar testimonio de la verdad con gran poder. ¿No debería este mismo
celo encender nuestros corazones con un anhelo de contar la historia del amor
redentor, de Cristo crucificado? ¿No debería revelarse con mayor magnitud el
poder de Dios ahora, que en tiempos de los apóstoles?—
The Review and Herald,
13 de enero de 1903
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