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Llevar la corona de victoria, 19 de diciembre
El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere,
no sufrirá daño de la segunda muerte.
Apocalipsis 2:11
.
Después de esta promesa, cargada de importancia para los hijos de Dios, se
repiten nuevamente las palabras: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice
a las iglesias”. Para bien de nuestros intereses eternos deberíamos conocer y
comprender lo que el Espíritu dice a las iglesias e investigar cuidadosamente para
obtener luz y conocimiento. De esa manera no seríamos ignorantes respecto de lo
que Dios ha ordenado y prometido en su preciosa Palabra. A nuestro alrededor hay
gente que podemos ayudar a salvar o perder, y con el mayor fervor deberíamos
preguntarnos: “¿Qué haré para obtener la vida eterna y ayudar a otros a conse-
guirla?” En el mejor de los casos la vida es corta, y es necesario que vivamos esta
corta vida en armonía con la ley de Dios, que es la ley del universo. Debemos
tener oídos para oír y corazones para comprender lo que el Espíritu dice a las
iglesias.
Los ángeles de Dios no alcanzan un conocimiento más elevado que el saber
la voluntad de Dios, y su mayor deleite es cumplir la perfecta voluntad del Padre
celestial. El hombre caído tiene el privilegio de llegar a ser inteligente, conocedor,
respecto de la voluntad de Dios. Mientras todavía se nos dé un tiempo de prueba,
deberíamos disponer nuestras facultades para el uso más elevado, y hacer de nues-
tra parte todo lo que sea posible para alcanzar esa elevada norma de inteligencia
y sentir nuestra dependencia de Dios porque, sin su gracia, nuestros esfuerzos
no pueden producir beneficios duraderos. Mediante la gracia de Cristo somos
vencedores. Por los méritos de su sangre hemos de formar parte del grupo de
aquellos cuyos nombres no serán borrados del libro de la vida.
Los que finalmente resulten vencedores tendrán una vida que correrá paralela
con la vida de Dios, y llevarán la corona del vencedor. Puesto que nos espera
una tan grande y eterna recompensa, deberíamos correr la carrera con paciencia,
mirando a Jesús, el autor y consumador de nuestra fe.—
The Signs of the Times,
15 de junio de 1891
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