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Nuestro nombre en el libro de la vida, 21 de diciembre
El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su hombre
del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de
sus ángeles.
Apocalipsis 3:5
.
La expresión “el que venciere” revela que hay algo que cada uno de nosotros
debe vencer. El vencedor será cubierto con el manto blanco de la justicia de Cristo,
y se dice de él: “Y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su
nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles”. ¡Oh, qué privilegio ser
vencedores, y que nuestros nombres sean presentados ante el Padre por el mismo
Salvador! Y cuando como vencedores estemos vestidos “de vestiduras blancas”, el
Señor reconocerá nuestra fidelidad tan ciertamente como en los días de la iglesia
cristiana primitiva él reconoció que había “unas pocas personas en Sardis” que
no habían “manchado sus vestiduras”. Entonces, caminaremos con él vestidos
de blanco, por cuanto por medio de su sacrificio expiatorio seremos tenidos por
dignos.
Mis queridos amigos, en vista de estas animadoras promesas, ¡cuán ferviente-
mente deberíamos esforzarnos por formar un carácter que nos capacite para estar
de pie ante el Hijo de Dios! Sólo los que estén vestidos con el manto de su justicia
podrán soportar su presencia cuando él aparezca con “grande poder y gloria”.
Significa mucho ser vencedor. Deben ser firmemente resistidas las asechanzas
del enemigo y de todos sus malignos instrumentos. Debemos estar en guardia en
todo momento. Ni por un instante debemos perder de vista a Cristo y su poder
para salvar en la hora de prueba. Debemos colocar nuestras manos en la suya para
que podamos ser sostenidos por el poder de su fortaleza.
El Testigo fiel y verdadero declara: “He aquí, he puesto delante de ti una
puerta abierta”.
Apocalipsis 3:8
. Agradezcamos a Dios con corazón, alma y voz;
aprendamos a acercarnos a él como por una puerta abierta, creyendo que podemos
acceder ante su presencia libremente con nuestras peticiones, y que él oirá y
contestará. Si tenemos una fe viva en su poder para ayudar, recibiremos fortaleza
para pelear las batallas del Señor con la confiada seguridad de la victoria.—
The
Review and Herald, 9 de julio de 1908
.
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