Guardados en la hora de la prueba, 22 de diciembre
Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te
guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero,
para probar a los que moran sobre la tierra.
Apocalipsis 3:10
.
Entre las fuerzas del bien y del mal se desarrolla una batalla continua que
involucra a los ángeles de Dios y a los ángeles caídos. Estamos rodeados por
delante y por detrás, a la derecha y a la izquierda. El conflicto que estamos
atravesando es el último que tendremos en este mundo. Nos encontramos en la
etapa más reñida. Los dos bandos están luchando por alcanzar la supremacía.
En esta contienda no podemos ser neutrales. Debemos colocarnos de un lado o
del otro. Si nos situamos del lado de Cristo y lo reconocemos ante el mundo en
palabra y en hecho, seremos un testimonio vivo que declarará a quién decidimos
servir y honrar. En esta hora importante de la historia de la tierra no podemos
permitirnos dejar a nadie en la incertidumbre respecto a qué grupo pertenecemos...
“Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré
de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los
que moran sobre la tierra”.
Apocalipsis 3:10
. En este pasaje se presenta la hora de
prueba que ha de probar a todos los que viven sobre la tierra. Estamos viviendo
ahora en esta hora de prueba. Ninguno puede escapar de este conflicto. Si en
nuestra vida hay defectos de carácter que no nos estamos esforzando por vencer,
podemos estar seguros de que el enemigo tratará de aprovecharlos, porque está
vigilando con atención y procurando arruinar la fe de todos.
A fin de obtener la victoria sobre todo ataque del enemigo, debemos aferrarnos
de un poder que está fuera y más allá de nosotros. Debemos mantener una constante
y viva conexión con Cristo, quien tiene poder para dar la victoria a toda persona que
mantenga una actitud de fe y humildad. Si somos autosuficientes, y pensamos que
podemos seguir como nos plazca y al fin estar del lado correcto, encontraremos que
hemos cometido un terrible error. Como quienes tienen la esperanza de recibir la
recompensa que corresponde al vencedor, debemos continuar en la lucha cristiana,
aunque en cada avance encontremos oposición.—
The Review and Herald, 9 de
julio de 1908
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