La iglesia triunfante, 29 de diciembre
He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron;
y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén. Yo soy el
Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha
de venir, el Todopoderoso.
Apocalipsis 1:7, 8
.
La manera de actuar de Dios es hacer de las pequeñeces el comienzo del triunfo
de la verdad y la justicia. Por esta razón, ninguno necesita sentirse alborozado por
un próspero comienzo, ni apesadumbrado por la aparente debilidad. Dios es para
su pueblo riqueza, plenitud y poder. Como los collados eternos, sus propósitos
para el pueblo escogido son firmes e inamovibles.
Recordemos que no fue el poder humano el que estableció la iglesia de Dios, ni
será el que pueda destruirla. De generación en generación el Espíritu Santo es una
fuente rebosante de vida... Hay victoria para todos los que luchan legítimamente
en perfecta armonía con la ley de Dios. Ellos triunfarán sobre toda oposición.
Mientras realizan la obra de Dios en medio de sus enemigos, recibirán la protección
de los santos ángeles.
Cristo se compromete a ayudar a todos los que se unen a su ejército para
cooperar con él en la lucha contra enemigos visibles e invisibles. El promete que
junto con él serán herederos de una herencia inmortal, y que reinarán como reyes
y sacerdotes delante de Dios. Los que estén dispuestos a participar en esta vida de
la humillación del Salvador, compartirán con él su gloria. Los que por un tiempo
prefieran sufrir aflicciones con el pueblo de Dios antes que gozar de los placeres
del pecado recibirán un lugar con Cristo en su trono eterno.
Aferrémonos a la Palabra de vida. La tempestad de la oposición se agotará en
su propia furia. El clamor se desvanecerá. Llevemos adelante la obra del Maestro
alegremente y con valor. El Padre, que desde arriba observa a sus escogidos con
la más tierna solicitud, bendecirá los esfuerzos hechos en su nombre. Su obra
nunca cesará hasta que se complete en medio del grito triunfal: “Gracias, gracias
a él”.—
The Signs of the Times, 14 de noviembre de 1900
.
[375]
384