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Elegidos para la salvación, 2 de febrero
Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que
fuésemos santos y sin mancha delante de él.
Efesios 1:4
.
En virtud de la gracia de Cristo y de la obra del Espíritu Santo, por fe debemos
creer que somos elegidos por Dios para la salvación. Alabemos y glorifiquemos
al Señor por tan maravillosa manifestación de su inmerecido favor. Es el amor
de Dios lo que nos lleva a Cristo para ser recibidos en su gracia y presentados a
su Padre. Entonces, en virtud de la obra del Espíritu Santo se renueva la divina
relación entre Dios y el pecador. El dice: “Y me seréis por pueblo, y yo seré vuestro
Dios. Ejerceré mi amor perdonador en favor de ustedes, les daré mi gozo y, además,
serán mi especial tesoro. Este pueblo que formé para mí mismo, públicamente me
alabará” véase
Jeremías 30:22
;
31:1-33
.
Cristo está llamando a sus hijos y es de nuestro interés presente y eterno
escuchar su invitación. Jesús dijo: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo
os elegí a vosotros”.
Juan 15:16
. Todos los que desean ser conocidos como hijos
de Dios deben responder al ofrecimiento, y ponerse en una situación donde la
luz celestial pueda iluminarlos. Así podrán saber lo que significa ser oidores y
hacedores de las palabras de Cristo, la luz del mundo, y ser aceptos en el amado.
Dios ya hizo todo lo que podría hacer para garantizar la salvación. En un sólo
don puso todos los tesoros del cielo. El invita, y también suplica e insta. Pero
nunca fuerza a los que llama. Espera la cooperación y aguarda el consentimiento
de la voluntad con el fin de conceder al pecador las riquezas de su gracia, que
están reservadas para el creyente desde la misma fundación del mundo... El Señor
no proyectó neutralizar al poder humano, sino que éste, cooperando con Dios,
pueda hacer que el hombre llegue a ser un agente más eficiente en sus manos.
Aunque débil, falible, frágil, pecador e imperfecto, el Señor le ofrece el privilegio
de ser copartícipe en su obra.—
The Messenger, 26 de abril de 1893
.
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