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El arrepentimiento como primer fruto, 2 de marzo
Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la
multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi
maldad, y límpiame de mi pecado.
Salmos 51:1, 2
.
El arrepentimiento es uno de los primeros frutos de la gracia salvadora. En sus
lecciones al hombre caído, nuestro gran Maestro presenta el poder viviente de su
gracia afirmando que, en virtud a ella, el hombre y la mujer pueden experimentar
la pureza y la santidad de la nueva vida. Quien viva esta experiencia desarrollará
los principios del reino de los cielos. Al enseñar acerca de Dios, conduce a
otros a andar por caminos rectos. No llevará al cojo a transitar por senderos de
incertidumbre. La obra del Espíritu Santo identifica al que es participante de la
naturaleza divina. Cada creyente en quien obra el Espíritu de Cristo recibe tan
generoso abastecimiento de la rica gracia, que los incrédulos no pueden menos
que reconocer que esa persona es controlada y sustentada por el poder divino; esto
los inspira a glorificar a Dios.
Pese a todas las invitaciones de Cristo, lamentablemente hay personas que
continúan manifestando rasgos de impiedad. A ellos Dios les dice: “¿Hasta cuán-
do, oh simples, amaréis la simpleza... Volveos a mi reprensión; he aquí que yo
derramaré mi Espíritu sobre vosotros, y os haré saber mis palabras”.
Proverbios
1:22, 23
.
El arrepentimiento del pecado es el primer fruto de la actuación del Espíritu
Santo en la vida. Es el único proceso mediante el cual la infinita pureza refleja la
imagen de Cristo en sus redimidos. En él habita toda la plenitud. La ciencia que
no está en armonía con Jesús es sin valor. El mismo nos enseña a reputar como
pérdida todas las cosas por la excelencia del conocimiento de Jesús nuestro Señor.
Este conocimiento es la más elevadas de todas las ciencias que el hombre puede
alcanzar.—
Manuscrito 28, 1905
.
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