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Armonía, 17 de marzo
Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un
cuerpo y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma
esperanza de vuestra vocación.
Efesios 4:3, 4
.
El Espíritu Santo desea actuar con el instrumento humano que es consagrado;
este es el propósito de Dios. Nadie podrá cerrar la puerta que él abrió entre el cielo
y la tierra. Invita a cada uno a ser puro y santo, y a que se santifique, a fin de que
la obra para este tiempo pueda realizarse. Cuando el pueblo de Dios establezca
una correcta relación sólo con él, y del uno con el otro, el Espíritu Santo será
impartido en plenitud para la complementación armoniosa de todos los integrantes
del cuerpo.
Nada debilita tan manifiestamente a una iglesia como la desunión y la contien-
da. Nada batalla más contra Cristo y la verdad que ese espíritu. “Por sus frutos
los conoceréis”.
Mateo 7:20
. “¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura
agua dulce y amarga? Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas,
o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce. ¿Quién
es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en
sabia mansedumbre”.
Santiago 3:11-13
.
“Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas; y haced
sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino
que sea sanado. Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al
Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que bro-
tando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados”.
Hebreos 12:12-15
.
Mientras estemos en este mundo cada uno debe mantenerse unido al otro.
La humanidad está entrelazada y entretejida entre sí. El Señor nos creó de este
modo, y, cuando se producen desengaños, nadie debe pensar lo peor acerca del
otro. Aunque somos miembros individuales, integramos un cuerpo que es un todo.
Las batallas de la vida las libramos en el desamparo y la desilusión, y como hijos
e hijas de Dios, a los que también llama sus amigos, nos convoca para que nos
ayudemos unos a otros. Esto es parte del cristianismo práctico.—
The Signs of the
Times, 7 de febrero de 1900
.
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