Página 132 - Servicio Cristiano (1981)

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Servicio Cristiano
y mucho temor y temblor”. Temblaba de temor de que su enseñanza
llevara el sello humano en lugar del divino.—
Los Hechos de los
Apóstoles, 203, 204
.
Id a vuestros vecinos visitándolos uno por uno, y acercaos a
ellos hasta que sus corazones sean calentados por vuestro interés y
vuestro amor abnegado. Simpatizad con ellos, orad con ellos, vigilad
las oportunidades de hacerles bien, y cuando podáis, reunid a unos
pocos y abrid la Palabra de Dios ante sus mentes entenebrecidas.
Manteneos vigilantes como quien debe rendir cuenta de las almas
de los hombres, y aprovechad hasta el máximo los privilegios que
Dios os da de trabajar para él en su viña moral. No descuidéis hablar
a vuestros vecinos, y hacerles todo el bien que podáis para que,
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de todos modos salvéis a algunos. Debemos buscar el espíritu que
constriñó al apóstol Pablo a ir de casa en casa rogando con lágrimas,
y enseñando “arrepentimiento para con Dios, y la fe en nuestro Señor
Jesucristo.”—
The Review and Herald, 13 de marzo de 1888
.
El Señor me ha presentado la obra que debe ser hecha en las
ciudades. Los creyentes que se encuentran en ellas deben trabajar
para Dios en el vecindario de sus moradas. Deben trabajar queda
y humildemente, llevando consigo doquiera vayan una atmósfera
celestial.—
Joyas de los Testimonios 3:346
.
El auditorio de una sola alma
La obra de Cristo consistió mayormente en entrevistas perso-
nales. Tenía una fiel consideración por el auditorio de una sola
alma. Por esta sola alma, el conocimiento recibido era comunicado
a millares.—
Joyas de los Testimonios 2:402
.
Se sentía débil y cansado, pero no descuidó la oportunidad de
hablar a una mujer sola, aunque era una extraña, enemiga de Israel y
vivía en abierto pecado.—
El Deseado de Todas las Gentes, 162
.
El Salvador no esperaba que se reuniesen congregaciones. Mu-
chas veces empezaba sus lecciones con unos pocos reunidos en
derredor suyo. Pero uno a uno los transeúntes se detenían para es-
cuchar, hasta que una multitud oía con asombro y reverencia las
palabras de Dios pronunciadas por el Maestro enviado del cielo. El
que trabaja para Cristo no debe pensar que no puede hablar con el
mismo fervor a unos pocos oyentes que a una gran compañía. Tal