Página 291 - Servicio Cristiano (1981)

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La recompensa del servicio
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verdadero. Destruí mis ídolos y adoré a Dios, y ahora lo veo cara
a cara. Estoy salvo, eternamente salvo para contemplar siempre a
Aquel a quien amo. Entonces lo veía únicamente con el ojo de la fe,
pero ahora lo veo tal cual es. Puedo expresar ahora mi gratitud por
su misericordia redentora a Aquel que me amó y lavó mis pecados
con su sangre.”
Obreros Evangélicos, 535
.
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Otros expresarán su gratitud a los que alimentaron a los ham-
brientos y vistieron al desnudo. “Cuando la desesperación envolvía
mi alma en la incredulidad, el Señor os envió a mí—dirán—, para
decirme palabras de esperanza y consuelo. Me trajisteis alimen-
to para mis necesidades físicas, y me abristeis la Palabra de Dios
despertándome para que viese mis necesidades espirituales. Me tra-
tasteis como a un hermano. Simpatizasteis conmigo en mis tristezas,
y alentasteis mi alma herida, para que pudiese asir la mano de Cristo
que se extendía para salvarme. Yo ignoraba que tenía un Padre en
los cielos que se interesaba por mí, y vosotros me lo enseñasteis
pacientemente. Me leisteis las preciosas promesas de la Palabra de
Dios. Inspirasteis fe en que él me salvaría. Mi corazón fué enterne-
cido, subyugado, quebrantado, mientras contemplaba el sacrificio
que Cristo había hecho por mí. Tuve hambre del pan de vida y la
verdad fué preciosa a mi alma. Heme aquí, salvo, eternamente salvo,
para vivir siempre en su presencia y para alabar a Aquel que dió su
vida por mí.”—
Obreros Evangélicos, 535, 536
.
Paciente espera de la recompensa
Si el tiempo de espera de la llegada de nuestro Libertador pa-
rece largo; si, agobiados por la aflicción y gastados por el trabajo,
sentimos impaciencia porque nuestra comisión termine, y se nos
dé de alta honorablemente de la guerra, recordemos—y el recuerdo
impida toda murmuración—que Dios nos ha dejado en la tierra para
que hagamos frente a tormentas y conflictos, para adquirir el per-
fecto carácter cristiano, para llegar a conocer mejor a Dios nuestro
Padre y a Cristo nuestro Hermano Mayor, y a trabajar por el Maestro
ganando muchas almas para Cristo, para que con corazón gozoso
podamos oir las palabras: “Bien hecho, siervo bueno y fiel; ... entra
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en el gozo de tu Señor.”—
The Review and Herald, 25 de octubre de
1881
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