Página 49 - Servicio Cristiano (1981)

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Condiciones que prevalecen en el pueblo de Dios
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Muchos de los profesos seguidores de Cristo no sienten más
que el mundo la preocupación por las almas. La concupiscencia de
los ojos, la soberbia de la vida, el amor a la ostentación, el amor
a la comodidad, separan a los profesos cristianos de Dios, y el
espíritu misionero existe en realidad solamente en pocos. ¿Qué
puede hacerse para abrir los ojos de estos pecadores en Sión, y para
hacer templar a los hipócritas?—
Ibid. 132 (1893)
.
Hay una clase representada por Meroz. El espíritu misionero
nunca ha tomado posesión de sus almas. Los llamamientos de las
misiones en el extranjero no los han conmovido para obrar. ¿Qué
cuenta rendirán a Dios los que no están haciendo nada en su causa,
nada para ganar almas para Cristo? Los tales recibirán la denuncia:
“Malo y negligente siervo.”—
Historical Sketches of the Foreign
Missions of the Seventh Day Adventist, 290
.
Como ilustración de que habéis fallado en acudir a colaborar
en la obra de Dios, como era vuestro privilegio hacerlo, se me han
señalado estas palabras: “Maldecid a Meroz, dijo el ángel de Jehová:
maldecid severamente a sus moradores, porque no vinieron en soco-
rro a Jehová, en socorro a Jehová contra los fuertes.”—
Testimonies
for the Church 2:247
.
Una clase de personas que buscan la propia complacencia
Me fué presentada una clase de personas conscientes de que
poseen impulsos generosos, sentimientos de devoción y un deseo de
hacer el bien; sin embargo, al mismo tiempo no hacen nada. Poseen
un sentimiento de propia complacencia, y se halagan a sí mismas
con la idea de que si tuvieran la oportunidad, o si las circunstancias
fueran más favorables, podrían hacer una obra grande y buena, y es-
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tarían dispuestas a hacerla; pero les falta la oportunidad. Desprecian
la estrechez mental del pobre hombre mezquino que da de mala gana
la pequeña pitanza a los necesitados. Ven que vive para sí, y que no
decidirá por propia iniciativa beneficiar a los demás y bendecirlos
con los talentos de influencia y de recursos que le han sido confiados
para su uso, y no para su abuso, ni para permitir que se herrum-
bren, o para guardarlos enterrados. Los que se dejan dominar por
su avaricia y egoísmo, son responsables por sus actos de tacañería,
y por los talentos de los cuales abusan. Pero más responsables aún