El estudio ferviente produce conversión verdadera, 18 de abril
Porque Esdras había preparado su corazón para inquirir la ley de Jehová y
para cumplirla, y para enseñar en Israel sus estatutos y decretos.
Esdras
7:10
.
Nacido entre los descendientes de Aarón, Esdras recibió preparación sacerdo-
tal. Se familiarizó, además, con los escritos de los magos, astrólogos y sabios del
reino medo-persa. Pero no estaba satisfecho con su condición espiritual. Anhelaba
estar en completa armonía con Dios; deseaba tener sabiduría para cumplir la
voluntad divina. De manera que “había preparado su corazón para inquirir la ley
de Jehová y para cumplirla”.
Esto le indujo a estudiar diligentemente la historia del pueblo de Dios, según
estaba registrada en los escritos de los profetas y reyes. Fue impresionado por
el Espíritu de Dios a escudriñar. Escudriñó los libros históricos y poéticos de la
Biblia, con el fin de aprender por qué había permitido el Señor que Jerusalén fuese
destruida y su pueblo llevado cautivo a tierra pagana.
Esdras meditó en forma especial en lo experimentado por Israel desde el tiempo
en que fuera hecha la promesa a Abraham, hasta la liberación de la esclavitud
egipcia y el éxodo. Estudió las instrucciones dadas en el monte Sinaí y durante el
largo plazo de las peregrinaciones por el desierto. A medida que aprendía cada
vez más acerca de cómo Dios había obrado con sus hijos, y comprendía mejor el
carácter sagrado de la ley dada en el Sinaí, su corazón se conmovió como nunca
antes. Experimentó una conversión nueva y cabal, y resolvió dominar los anales
de la historia sagrada con el fin de utilizar ese conocimiento no para un propósito
egoísta, sino para beneficiar e ilustrar a su pueblo. Algunas de las profecías estaban
a punto de cumplirse; escudriñaría diligentemente en busca de la luz que había
sido oscurecida.
Esdras se afanó en sus estudios. Se esforzó por obtener una preparación del
corazón para la obra que creía que se le había señalado. Buscaba fervientemente a
Dios con el fin de ser un obrero de quien el Señor no tuviera que avergonzarse.
Escudriñaba las palabras que habían sido escritas con respecto a los deberes del
pueblo llamado por Dios, y encontró la solemne promesa hecha por los israe-
litas de que obedecerían las palabras del Señor, y la promesa que Dios había
hecho, a cambio, prometiéndoles sus bendiciones como una recompensa por su
obediencia.—
The Review and Herald, 30 de enero de 1908
. Ver
La Historia de
Profetas y Reyes, 446, 447
.
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