El servicio público exige una integridad estricta, 14 de junio
No es de los reyes, oh Lemuel, no es de los reyes beber vino, ni de los
príncipes la sidra; no sea que bebiendo olviden la ley, y perviertan el
derecho de todos los afligidos.
Proverbios 31:4, 5
.
Las personas intemperantes no debieran ser colocadas en situaciones de con-
fianza por el voto del pueblo. Su influencia corrompe a otros, y graves respon-
sabilidades están en juego. Con cerebro y nervios nublados por el tabaco y los
estimulantes, ellos hacen una ley de su propia naturaleza, y cuando se disipa la
influencia inmediata [de los estimulantes o licores] se produce un colapso. Con
frecuencia la vida humana se encuentra en la balanza; de la decisión de los que
ocupan esos cargos de confianza dependen la vida y la libertad, o la prisión y la
angustia. Cuán necesario es que todos los que tienen parte en esas transacciones
sean personas probadas, personas de cultura propia, personas honradas y veraces,
de firme integridad, que desprecien el cohecho, que no permitan que su juicio o sus
convicciones acerca de lo correcto sean torcidos por la parcialidad o el prejuicio.
Así dice Jehová: “No pervertirás el derecho de tu mendigo en su pleito. De
palabra de mentira te alejarás, y no matarás al inocente y justo; porque yo no
justificaré al impío. No recibirás presente; porque el presente ciega a los que lo
ven, y pervierte las palabras de los justos”.
Éxodo 23:6-8
.
Solamente los hombres y las mujeres estrictamente temperantes e íntegros
debieran ser admitidos en nuestras cámaras legislativas y elegidos para presidir
en nuestros tribunales. La propiedad, la reputación y aun la vida misma están
inseguras, libradas al juicio de los que son intemperantes e inmorales. ¡Cuántas
personas inocentes han sido condenadas a muerte, a cuántas más se las ha privado
de todas sus posesiones terrenales por la injusticia de jurados, abogados, testigos
y aun jueces adictos a la bebida!...
Hoy se necesitan personas que sean como Daniel, personas que posean la
abnegación y el valor de ser reformadores radicales en favor de la temperancia.
Que todo cristiano comprenda que su ejemplo y su influencia deben estar del lado
de la reforma. Sean los ministros del evangelio fieles en instruir y amonestar al
pueblo. Y recordemos todos que nuestra felicidad en los dos mundos depende del
progreso que hayamos hecho en uno.—
La Temperancia, 42, 43, 210, 211
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