Sincera búsqueda de la verdad y la comunión con Dios, 18 de
enero
Alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la
esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su
herencia en los santos.
Efesios 1:18
.
Todo verdadero conocimiento y desarrollo tienen su origen en el conocimiento
de Dios. Doquiera nos dirijamos: al dominio físico, mental y espiritual; cualquier
cosa que contemplemos, fuera de la marchitez del pecado, en todo vemos revelado
este conocimiento. Cualquier ramo de investigación que emprendamos, con el
sincero propósito de llegar a la verdad, nos pone en contacto con la Inteligencia
poderosa e invisible que obra en todas las cosas y por medio de ellas. La mente
del hombre se pone en comunión con la mente de Dios; lo finito con lo infinito. El
efecto que tiene esta comunión sobre el cuerpo, la mente y el alma sobrepuja toda
estimación.
En esta comunión se halla la educación más elevada. Es el método propio que
Dios tiene para lograr el desarrollo del ser humano. Su mensaje para la humanidad
es: “Vuelve ahora en amistad con él”.
Job 22:21
. El método trazado en esta frase
era el seguido en la educación del padre de nuestra especie. Así instruyó Dios a
Adán cuando, en la gloria de una virilidad exenta de pecado, habitaba éste en el
sagrado Jardín del Edén...
Cuando Adán salió de las manos del Creador, llevaba en su naturaleza física,
mental y espiritual la semejanza de su Hacedor. “Creó Dios al hombre a su imagen”
(
Génesis 1:27
) con el propósito de que, cuanto más viviera, más plenamente
revelara esa imagen; más plenamente reflejara la gloria del Creador. Todas sus
facultades eran susceptibles de desarrollo; su capacidad y su vigor debían aumentar
continuamente. Vasta era la esfera que se ofrecía a su actividad, glorioso el campo
abierto a su investigación... Si hubiese permanecido leal a su Dios, todo esto le
hubiera pertenecido para siempre...
Pero por la desobediencia perdió todo eso. El pecado mancilló y casi borró la
semejanza divina. Las facultades físicas del hombre se debilitaron, su capacidad
mental disminuyó, su visión espiritual se oscureció. Quedó sujeto a la muerte.
No obstante, la especie humana no fue dejada sin esperanza. Con infinito amor
y misericordia había sido trazado el plan de salvación y se le otorgó una vida de
prueba. La obra de la redención debía restaurar en la familia humana la imagen
de su Hacedor, devolverlo a la perfección con que había sido creado, promover el
desarrollo del cuerpo, la mente y el alma, con el fin de llevar a cabo el propósito
divino de su creación. Este es el objeto de la educación, el gran objeto de la
vida.—
La Educación, 14-16
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