Los cristianos deben ser estrictamente temperantes,
gobernados por principios, 16 de octubre
Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para gloria de
Dios.
1 Corintios 10:31
.
El apóstol Pablo escribe: “¿No sabéis que todos los que corren en el estadio,
todos a la verdad corren, pero uno solo lleva el premio? Corred de tal manera que
lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para
recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de
esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien
golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que
habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser reprobado”.
1 Corintios
9:24-27
.
Hay muchos en el mundo que complacen hábitos perniciosos. El apetito es
la ley que los gobierna. Y debido a sus hábitos erróneos, el sentido moral es
oscurecido y el poder de discernir cosas sagradas es destruido en gran medida.
Pero es necesario que los cristianos sean estrictamente temperantes. Deben co-
locar la norma alta. La temperancia en el comer, el beber y el vestir es esencial.
Los principios deben tener la primacía en lugar del apetito o el antojo. Los que
comen demasiado, o que ingieren alimentos de una clase objetable, son fácilmente
inducidos a la disipación, y a las otras “codicias necias y dañosas, que hunden
a los hombres en destrucción y perdición”.
1 Timoteo 6:9
. Los “colaboradores
de Dios” deben usar todo ápice de su influencia para estimular la siembra de los
verdaderos principios de la temperancia.
Significa mucho ser leal a Dios. Él tiene derechos sobre todos los que están
empeñados en su servicio. Él desea que la mente y el cuerpo sean preservados
en la mejor condición de salud, y que toda facultad y atributo se hallen bajo el
dominio de lo divino, y que sean tan vigorosos como los hábitos de cuidado y
estricta temperancia puedan hacerlos. Estamos bajo una obligación ante Dios:
la de hacer una consagración sin reserva de nosotros mismos a él, en cuerpo y
alma, con todas las facultades apreciadas como dones que él nos confiara, para ser
empleados en su servicio.
Todas nuestras energías y capacidades han de ser constantemente fortalecidas
y mejoradas durante este período de prueba. Solamente los que aprecian estos
principios, y han sido educados a cuidar de sus cuerpos inteligentemente y en el
temor de Dios, deben ser elegidos para asumir responsabilidades en esta obra...
Toda iglesia necesita un testimonio claro y preciso, que dé a la trompeta un sonido
certero.—
Consejos sobre el Régimen Alimenticio, 184, 185
.
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