El pueblo de Dios será purificado por el tiempo de angustia, 8
de noviembre
Oh Jehová, ten misericordia de nosotros, a ti hemos esperado; tú, brazo de
ellos en la mañana, sé también nuestra salvación en tiempo de la
tribulación.
Isaías 33:2
.
La historia de Jacob nos da además la seguridad de que [en el tiempo final de
angustia] Dios no rechazará a los que han sido engañados, tentados y arrastrados
al pecado, pero que hayan vuelto a él con verdadero arrepentimiento. Mientras
Satanás trata de acabar con esta clase de personas, Dios enviará a sus ángeles para
consolarlas y protegerlas en el tiempo de peligro.
Los asaltos de Satanás son feroces y resueltos, sus engaños terribles, pero el
ojo de Dios descansa sobre su pueblo y su oído escucha su súplica. Su aflicción
es grande, las llamas del horno parecen estar a punto de consumirlos; pero el
Refinador los sacará como oro purificado por el fuego. El amor de Dios para
con sus hijos durante el período de prueba más dura es tan grande y tan tierno
como en los días de su mayor prosperidad; pero necesitan pasar por el horno de
fuego; debe consumirse su mundanalidad, para que la imagen de Cristo se refleje
perfectamente.
Los tiempos de apuro y angustia que nos esperan requieren una fe capaz de
soportar el cansancio, la demora y el hambre, una fe que no desmaye a pesar de
las pruebas más duras. El tiempo de gracia les es concedido a todos con el fin de
que se preparen para aquel momento. Jacob prevaleció porque fue perseverante y
resuelto. Su victoria es prueba evidente del poder de la oración importuna. Todos
los que se aferren a las promesas de Dios como lo hizo él, y que sean tan sinceros
como él lo fue, tendrán tan buen éxito como él. Los que no están dispuestos a
negarse a sí mismos, a luchar desesperadamente ante Dios y a orar mucho y con
empeño para obtener su bendición, no lo conseguirán.
¡Cuán pocos cristianos saben lo que es luchar con Dios! ¡Cuán pocos son
los que jamás suspiraron por Dios con ardor hasta tener como en tensión todas
las facultades del alma! Cuando olas de indecible desesperación envuelven al
suplicante, ¡cuán raro es verlo atenerse con fe inquebrantable a las promesas de
Dios!
Los que sólo ejercitan poca fe, están en mayor peligro de caer bajo el dominio
de los engaños satánicos y del decreto que violentará sus conciencias. Y aun en
caso de soportar la prueba, en el tiempo de angustia se verán sumidos en mayor
aflicción porque no se habrán acostumbrado a confiar en Dios. Las lecciones
de fe que hayan descuidado, tendrán que aprenderlas bajo el terrible peso del
desaliento.—
el Conflicto de los Siglos, 678, 679
.
[320]
331