Página 334 - Ser Semejante a Jes

Basic HTML Version

El tiempo para la adoración debe ponerse aparte como
sagrado, 7 de noviembre
Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan,
vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la
vida del mundo.
Juan 6:51
.
El incienso que ascendía con las oraciones de Israel representaba los méritos y
la intercesión de Cristo, su perfecta justicia, la cual por medio de la fe es acreditada
a su pueblo, y es lo único que puede hacer aceptable ante Dios el culto de los
seres humanos. Delante del velo del Lugar Santísimo había un altar de intercesión
perpetua; y delante del Lugar Santo, un altar de expiación continua. Había que
acercarse a Dios mediante la sangre y el incienso, pues estas cosas simbolizaban
al gran Mediador, por medio de quien los pecadores pueden acercarse a Jehová, y
por cuya intervención tan sólo puede otorgarse misericordia y salvación al alma
arrepentida y creyente.
Mientras de mañana y de tarde los sacerdotes entraban en el Lugar Santo a la
hora del incienso, el sacrificio diario estaba listo para ser ofrecido sobre el altar
de afuera, en el atrio. Esta era una hora de intenso interés para los adoradores
que se congregaban ante el tabernáculo. Antes de allegarse a la presencia de Dios
por medio del ministerio del sacerdote, debían hacer un ferviente examen de su
corazón y luego confesar sus pecados. Se unían en oración silenciosa, con los
rostros vueltos hacia el Lugar Santo. Así sus peticiones ascendían con la nube de
incienso, mientras la fe aceptaba los méritos del Salvador prometido, simbolizado
por el sacrificio expiatorio.
Las horas designadas para el sacrificio matutino y vespertino se consideraban
sagradas, y llegaron a observarse como momentos dedicados al culto por toda la
nación judía. Y cuando en tiempos posteriores los judíos fueron diseminados como
cautivos en distintos países, aún entonces, a la hora indicada, dirigían el rostro
hacia Jerusalén y elevaban sus oraciones al Dios de Israel. En esta costumbre los
cristianos tienen un ejemplo para su oración matutina y vespertina. Si bien Dios
condena la mera ejecución de ceremonias que carezcan del espíritu de culto, mira
con gran satisfacción a los que le aman y se postran de mañana y tarde para pedir
el perdón de los pecados cometidos y las bendiciones que necesitan.—
Historia de
los Patriarcas y Profetas, 366, 367
.
[319]
330