Crecimiento espiritual por medio de la oración, 25 de enero
Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo
aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
Mateo 7:7, 8
.
Los predicadores [y todos los] que quieran trabajar eficazmente para la sal-
vación de las almas deberán ser estudiosos de la Biblia, y hombres y mujeres de
oración. Es un pecado ser negligente en cuanto al estudio de la Palabra mientras
se intenta enseñarla a otros. Quienes sienten el valor de las almas, huirán a la
fortaleza de la verdad, donde pueden obtener sabiduría, conocimiento y fuerza
para hacer las obras de Dios. No se dan descanso antes de haber recibido una
unción de lo alto.
Ministros de Cristo [y otros] a quienes Dios ha hecho depositarios de su ley,
ustedes tienen una verdad impopular. Deben llevar esta verdad al mundo. Deben
darse advertencias... para prepararse para el gran día de Dios. Deben alcanzar
a aquellos cuyo corazón está encallecido por el pecado y el amor al mundo.
La oración continua y ferviente, y la seriedad en buenas obras los pondrán en
comunión con Dios; su mente y corazón se empaparán de un sentido de las cosas
eternas, y la unción celestial que brota de la relación con Dios será derramada
sobre ustedes. Hará que su testimonio sea poderoso para convencer y convertir. Su
luz no será incierta, sino que su senda se iluminará con la brillantez celestial. Dios
es todopoderoso, y el Cielo está lleno de luz. Sólo tienen que usar los medios que
Dios ha colocado en sus manos para obtener la bendición divina.
Sean constantes en la oración. Son sabor de vida para vida o de muerte para
muerte. Ocupan una posición tremendamente responsable. Les ruego que rediman
el tiempo. Acérquense a Dios en súplica, y serán como árbol plantado junto a
corrientes de aguas, que su hoja no cae, que da su fruto en su tiempo.
Salmos 1:3
...
Vayan sólo a Dios, tómenlo al pie de la letra y tómenle la palabra, y permitan
que sus obras sean sostenidas por la fe viviente en sus promesas. Dios no exige
de ustedes oraciones elocuentes y razonamiento lógico, sino un corazón humilde
y contrito, listo y dispuesto para aprender de él.—
The Review and Herald, 8 de
agosto de 1878
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