Página 344 - Ser Semejante a Jes

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En cada situación Jesús da bendiciones oportunas, 17 de
noviembre
¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera
en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío.
Salmos 42:11
.
Hemos aprendido, en medio de las oscuras providencias, que no es sabio seguir
nuestro propio camino, ni hacer conjeturas y reflexiones acerca de la fidelidad de
Dios. Creo que podemos simpatizar entre nosotras y entendernos. Nos ha unido la
gracia de nuestro Señor Jesucristo, y nos han unido lazos sagrados nacidos en la
aflicción...
A menudo las misericordias vienen disfrazadas de aflicciones; no podemos
saber lo que hubiera ocurrido sin ellas. Cuando Dios, en su misteriosa providencia,
cambia nuestros planes y torna nuestro gozo en tristeza, debemos inclinarnos en
sumisión y decir: “Sea hecha tu voluntad, Señor”. Debemos mantener una calmada
confianza en Aquel que nos ama y dio su vida por nosotros. “De día mandará
Jehová su misericordia, y de noche su cántico estará conmigo, y mi oración al
Dios de mi vida. Diré a Dios: Roca mía, ¿por qué te has olvidado de mí? ¿Por qué
andaré yo enlutado por la opresión del enemigo?”
Salmos 42:8, 9
...
El Señor contempla nuestras aflicciones; con su gracia las reparte y discrimina
sabiamente. Como un orfebre vigila el fuego hasta que la purificación se complete.
El horno es para purificar y refinar, no para consumir y destruir. Los que confían
en él podrán alabar sus misericordias aun en medio de sus juicios.
El Señor siempre está vigilando para impartir, cuando más se las necesite,
nuevas y frescas bendiciones: fuerza en el tiempo de debilidad; socorro en la hora
de peligro; amigos en tiempos de soledad; simpatía, divina y humana, en tiempos
de tristeza.
Estamos en camino al hogar. Aquel que nos amó tanto como para morir por
nosotros, también nos ha preparado una ciudad. La Nueva Jerusalén es nuestro
hogar de descanso; y no hay tristezas en la ciudad de Dios; ni siquiera un lamen-
to. No se escucharán endechas por causa de esperanzas quebrantadas o afectos
sepultados.—
Hijos e Hijas de Dios, 237, 238
.
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