Página 351 - Ser Semejante a Jes

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Para alimentar el alma, tener comunión constante con Jesús,
24 de noviembre
Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi
carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas.
Salmos 63:1
.
No hay agente humano que pueda proporcionar lo que satisfaga el hambre y la
sed del alma. Pero dice Jesús: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno
oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. “Yo soy
el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no
tendrá sed jamás”
Apocalipsis 3:20
;
Juan 6:35
.
Así como necesitamos alimentos para sostener nuestras fuerzas físicas, también
necesitamos a Cristo, el pan del cielo, para mantener la vida espiritual y para
obtener energía con que hacer las obras de Dios. Y de la misma manera como el
cuerpo recibe constantemente el alimento que sostiene la vida y el vigor, así el
alma debe comunicarse sin cesar con Cristo, sometiéndose a él y dependiendo
enteramente de él.
Al modo como el viajero fatigado que, hallando en el desierto la buscada
fuente, apaga su sed abrasadora, el cristiano buscará y obtendrá el agua pura de la
vida, cuyo manantial es Cristo.
Al percibir la perfección del carácter de nuestro Salvador, desearemos trans-
formarnos y renovarnos completamente a semejanza de su pureza. Cuanto más
sepamos de Dios, tanto más alto será nuestro ideal del carácter, y tanto más an-
siaremos reflejar su imagen. Un elemento divino se une con lo humano cuando
el alma busca a Dios y el corazón anheloso puede decir: “Alma mía, en Dios
solamente reposa; porque de él es mi esperanza”.
Salmos 62:5
.
Si en nuestra alma sentimos necesidad, si tenemos hambre y sed de justicia,
ello es una indicación de que Cristo influyó en nuestro corazón para que le pidamos
que haga, por intermedio del Espíritu Santo, lo que nos es imposible a nosotros...
Las palabras de Dios son las fuentes de la vida. Mientras buscamos esas
fuentes vivas, el Espíritu Santo nos pondrá en comunión con Cristo. Verdades ya
conocidas se presentarán a nuestra mente con nuevo aspecto; ciertos pasajes de
las Escrituras revestirán nuevo significado, como iluminados por un relámpago;
comprenderemos la relación entre otras verdades y la obra de redención, y sabre-
mos que Cristo nos está guiando, que un Instructor divino está a nuestro lado.—
El
Discurso Maestro de Jesucristo, 21, 22
.
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