Página 369 - Ser Semejante a Jes

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La humanidad, aliada con la deidad, puede guardar la ley, 10
de diciembre
Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él.
Mas Juan se le oponía diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú
vienes a mí? Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que
cumplamos toda justicia. Entonces le dejó.
Mateo 3:13-15
.
Al cumplir “toda justicia”, Cristo no llevó la justicia a un fin. Cumplió todas las
exigencias de Dios en arrepentimiento, fe y bautismo, los pasos en la gracia en la
conversión genuina. En su humanidad, Cristo colmó la medida de las exigencias de
la ley. Fue la cabeza de la humanidad, su sustituto y garante. Los seres humanos, al
unir su debilidad a la naturaleza divina de Cristo, pueden llegar a ser participantes
de su carácter.
Cristo vino para dar un ejemplo de perfecta conformidad con la ley de Dios, tal
como se requiere de todos, desde Adán, el primer hombre, hasta la última persona
que viva en la tierra. Declaró que su misión no consistía en destruir la ley sino en
cumplirla mediante una perfecta y cabal obediencia.
De esa manera, la magnificó y engrandeció. Por medio de su vida manifestó
su naturaleza espiritual. A la vista de los seres celestiales, de los mundos que no
han caído y de un mundo desobediente, desagradecido e impío, él cumplió los
abarcantes principios de la ley. Vino para demostrar el hecho de que la humanidad,
aliada por la fe viviente con la Deidad, puede guardar los mandamientos de Dios.
Las ofrendas simbólicas señalaban a Cristo, y cuando se hizo el sacrificio
perfecto, las ofrendas por los sacrificios ya no eran más aceptables para Dios. El
tipo se encontró con el antitipo en la muerte del unigénito Hijo de Dios. Vino
para poner en claro el carácter inmutable de la ley de Dios, para declarar que la
obediencia y la transgresión nunca serán premiadas por Dios con la vida eterna.
Vino como hombre a la humanidad, para que ésta pudiera tocar la humanidad.
Pero en ningún caso vino para disminuir la obligación de los mortales de ser
perfectamente obedientes. No destruyó la validez de las Escrituras del Antiguo
Testamento. Cumplió lo que había sido predicho por Dios mismo. Vino, no para
liberar a los seres humanos de los requerimientos de la ley, sino para abrir un
camino por medio del cual pudieran obedecer esa ley y enseñar a otros a hacer lo
mismo.—
Manuscript Releases, 292, 293
.
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