Página 44 - Ser Semejante a Jes

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La promesa de la redención, 3 de febrero
Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la... suya; ésta te
herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.
Génesis 3:15
.
Adán y su compañera vieron los primeros signos de decadencia en las flores
mustias y la caída de las hojas. Fue presentada con nitidez ante su mente la dura
realidad de que todo lo viviente debía morir. Hasta el aire, del cual dependía la
vida, llevaba los gérmenes de la muerte.
También se les recordaba de continuo la pérdida de su dominio. Adán había
sido el rey de los seres inferiores, y mientras permaneció fiel a Dios, toda la
naturaleza reconoció su gobierno, pero cuando pecó, perdió su derecho al dominio.
El espíritu de rebelión, al cual él mismo había dado entrada, se extendió a toda la
creación animal. De ese modo, no sólo la vida de los humanos, sino también la
naturaleza de las bestias, los árboles del bosque, el pasto del campo, hasta el aire
que respiraban, hablaban de la triste lección del conocimiento del mal.
Sin embargo los mortales no fueron abandonados a los resultados del mal
que habían escogido. En la sentencia pronunciada contra Satanás se insinuó
la redención. “Y pondré enemistad entre ti y la mujer”, dijo Dios, “y entre tu
simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el
calcañar”.
Génesis 3:15
. Esta sentencia, pronunciada a oídos de nuestros primeros
padres, fue para ellos una promesa. Antes que oyesen hablar de los espinos y
cardos, del trabajo rudo y del dolor que les habían de tocar en suerte, o del polvo al
cual debían volver, oyeron palabras que no podían dejar de infundirles esperanza.
Todo lo que se había perdido al ceder a las insinuaciones de Satanás, se podía
recuperar por medio de Cristo.
La naturaleza nos repite también esta indicación. Aunque está manchada por
el pecado, no sólo habla de la creación sino también de la redención. Aunque por
los signos evidentes de decadencia la tierra da testimonio de la maldición que pesa
sobre ella, aún es hermosa y rica en señales del poder vivificador. Los árboles se
despojan de sus hojas sólo para vestirse de nuevo verdor; las flores mueren, para
brotar con nueva belleza; y en cada manifestación del poder creador se afirma la
seguridad de que podemos ser creados de nuevo en “justicia y santidad de verdad”.
Efesios 4:24
. De ese modo, los mismos objetos y las funciones de la naturaleza,
que tan vívidamente nos recuerdan nuestra gran pérdida, llegan a ser para nosotros
mensajeros de esperanza.
Por doquiera llegue la maldad, se oye la voz de nuestro Padre que muestra a
sus hijos, por sus resultados, la naturaleza del pecado, les aconseja que abandonen
el mal y los invita a recibir el bien.—
La Educación, 26, 27
.
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