Nuestra obediencia hace posible que Dios cumpla las
promesas, 26 de febrero
Has declarado solemnemente que Jehová es tu Dios, y que andarás en sus
caminos, y guardarás sus estatutos, sus mandamientos y sus decretos, y que
escucharás su voz.
Deuteronomio 26:17
.
Seamos leales y fieles a cada precepto de la ley de Dios. El Señor declara que
si obedecemos los principios de su ley, esos principios serán nuestra vida...
Los preceptos de la ley de Dios no fueron la producción de ninguna mente
humana, ni fueron promulgados por Moisés. Fueron formulados por Aquel infinito
en sabiduría, el mismo que es el Rey de reyes y Señor de señores, y por él fueron
proclamados desde el Sinaí en medio de escenas de imponente grandiosidad. La
prosperidad de Israel dependía de la obediencia a esos preceptos. “Cuida, pues,
de ponerlos por obra, con todo tu corazón y con toda tu alma”.
Deuteronomio
26:16
. Dios no nos dio sus mandamientos para que los obedezcamos cuando nos
plazca y para que los pasemos por alto a nuestro antojo. Son las leyes de su reino,
y deben ser obedecidas por sus súbditos. Si su pueblo obedeciera su ley con todo
su corazón, se daría un testimonio decidido ante el mundo de que todos los que él
ha afirmado que son su pueblo, su tesoro especial, lo honran verdaderamente en
todo lo que hacen. La lealtad a Dios, una obediencia incondicional a su ley, haría
de su pueblo una maravilla en el mundo, porque Dios podría cumplir sus ricas
y abundantes promesas para ellos, y hacerlos la alabanza de la tierra. Serían un
pueblo santo para él.
“Ahora, pues”, declara Dios, “si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto,
vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la
tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa”.
Éxodo 19:5,
6
. ¡Qué maravillosa la magnitud de las promesas de Dios! Y se dan a todos los
que prestan atención a su Palabra, creyendo sus declaraciones y obedeciendo
sus mandamientos. La obediencia a su ley es la condición de la eterna felicidad
futura.—
The Southern Watchman, 16 de febrero de 1904
.
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