Página 118 - La Segunda Venida y el Cielo (2003)

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Capítulo 17—El día se acerca
Vamos hacia la patria
—La resurrección y la ascensión de nues-
tro Señor constituyen una evidencia segura del triunfo de los santos
de Dios sobre la muerte y el sepulcro, y una garantía de que el cielo
está abierto para quienes lavan las vestiduras de su carácter y las
emblanquecen en la sangre del Cordero. Jesús ascendió al Padre
como representante de la familia humana, y allí llevará Dios a los
que reflejan su imagen para que contemplen su gloria y participen
de ella con él.
Hay mansiones para los peregrinos de la tierra. Hay vestiduras,
coronas de gloria y palmas de victoria para los justos. Todo lo que
nos dejó perplejos en las providencias de Dios quedará aclarado en
el mundo venidero. Las cosas difíciles de entender hallarán enton-
ces su explicación. Los misterios de la gracia nos serán revelados.
Donde nuestras mentes finitas discernían solamente confusión y
promesas quebrantadas, veremos la más perfecta y hermosa armo-
nía. Sabremos que el amor infinito ordenó los incidentes que nos
parecieron más penosos. A medida que comprendamos el tierno
cuidado de Aquel que hace que todas las cosas obren conjuntamente
para nuestro bien, nos regocijaremos con gozo inefable y rebosante
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de gloria.
No puede haber dolor en la atmósfera del cielo. En el hogar de los
redimidos no habrá lágrimas, ni cortejos fúnebres, ni indicios de luto.
“No dirá el morador: Estoy enfermo; el pueblo que morare en ella
será absuelto de pecado”.
Isaías 33:24
. Nos invadirá una grandiosa
ola de felicidad que irá ahondándose a medida que transcurra la
eternidad.
Nos hallamos todavía en medio de las sombras y el torbellino
de las actividades terrenales. Consideremos con sumo fervor el
bienaventurado más allá. Que nuestra fe penetre a través de toda nube
de tinieblas, y contemplemos a Aquel que murió por los pecados del
mundo. Abrió las puertas del paraíso para todos los que le reciban y
crean en él. Les da la potestad de llegar a ser hijos e hijas de Dios.
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