Página 41 - La Segunda Venida y el Cielo (2003)

Basic HTML Version

La segunda venida de Cristo
37
las señales de la crucifixión. Al distinguir Adán las cruentas señales
de los clavos, no se echa en los brazos de su Señor, sino que se
[50]
prosterna humildemente a sus pies, exclamando: “¡Digno, digno es
el Cordero que fue inmolado!”... El Salvador lo levanta con ternura,
y le invita a contemplar nuevamente la morada edénica de la cual ha
estado desterrado por tanto tiempo.
Después de su expulsión del Edén, la vida de Adán en la tierra
estuvo llena de pesar. Cada hoja marchita, cada víctima ofrecida
en sacrificio, cada ajamiento en el hermoso aspecto de la naturale-
za, cada mancha en la pureza del hombre, le volvían a recordar su
pecado. Terrible fue la agonía del remordimiento cuando notó que
aumentaba la iniquidad, y que en contestación a sus advertencias, se
le tachaba de ser él mismo causa del pecado. Con paciencia y hu-
mildad soportó, por cerca de mil años, el castigo de su transgresión.
Se arrepintió sinceramente de su pecado y confió en los méritos del
Salvador prometido, y murió en la esperanza de la resurrección. El
Hijo de Dios reparó la culpa y caída del hombre, y ahora, merced a la
obra de propiciación, Adán es restablecido a su primitiva soberanía.
Transportado de dicha, contempla los árboles que hicieron una
vez su delicia—los mismos árboles cuyos frutos recogiera en los días
de su inocencia y dicha—. Ve las vides que sus propias manos culti-
varon, las mismas flores que se gozaba en cuidar en otros tiempos.
Su espíritu abarca toda la escena; comprende que éste es en verdad
el Edén restaurado y que es mucho más hermoso ahora que cuando
él fue expulsado. El Salvador le lleva al árbol de la vida, toma su
fruto glorioso y se lo ofrece para comer. Adán mira en torno suyo y
nota a una multitud de los redimidos de su familia que se encuentra
en el paraíso de Dios. Entonces arroja su brillante corona a los pies
de Jesús, y, cayendo sobre su pecho, abraza al Redentor. Toca luego
el arpa de oro, y por las bóvedas del cielo repercute el canto triunfal:
[51]
“¡Digno, digno, digno es el Cordero, que fue inmolado y volvió a
vivir!” La familia de Adán repite los acordes y arroja sus coronas a
los pies del Salvador, inclinándose ante él en adoración.
Presencian esta reunión los ángeles que lloraron por la caída de
Adán y se regocijaron cuando Jesús, una vez resucitado, ascendió
al cielo después de haber abierto el sepulcro para todos aquellos
que creyesen en su nombre. Ahora contemplan el cumplimiento de