Página 77 - La Segunda Venida y el Cielo (2003)

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Algunos ya están en el cielo
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Moisés a una herencia infinitamente más gloriosa que la Canaán
terrenal.
En el monte de la transfiguración, Moisés estuvo presente con
Elías, quien había sido trasladado. Fueron enviados como portadores
de la luz y la gloria del Padre para su Hijo. Y así se cumplió por fin
la oración que elevara Moisés tantos siglos antes. Estaba en el “buen
monte”, dentro de la heredad de su pueblo, testificando en favor de
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Aquel en quien se concentraban todas las promesas de Israel. Tal es
la última escena revelada al ojo mortal con referencia a la historia
de aquel hombre tan altamente honrado por el cielo.—
Historia de
los Patriarcas y Profetas, 510-512
.
Elías
—“Y aconteció que, yendo ellos hablando, he aquí, un carro
de fuego con caballos de fuego apartó a los dos: y Elías subió al
cielo en un torbellino”.
2 Reyes 2:1-11
.
Elías fue un símbolo de los santos que vivirán en la tierra en
ocasión del segundo advenimiento de Cristo, y que serán “transfor-
mados, en un momento, en un abrir de ojo, a la final trompeta” (
1
Corintios 15:51, 52
), sin pasar por la muerte. Como representante
de los que serán así trasladados, Elías, cuando se acercaba el fin del
ministerio de Cristo en la tierra, tuvo ocasión de estar con Moisés al
lado del Salvador sobre el monte de la transfiguración. En esos seres
glorificados, los discípulos vieron en miniatura una representación
del reino de los redimidos. Contemplaron a Jesús revestido de la luz
del cielo; oyeron la “voz de la nube” (
Lucas 9:35
) que le reconocía
como Hijo de Dios; vieron a Moisés, representante de los que serán
resucitados de los muertos en ocasión del segundo advenimiento; y
también estaba Elías, para representar a los que al final de la historia
de esta tierra serán cambiados de seres mortales en inmortales y
serán trasladados al cielo sin pasar por la muerte.
En el desierto, en la soledad y el desaliento, Elías había dicho
que estaba cansado de la vida, y había rogado que se le dejase morir.
Pero en su misericordia el Señor no había hecho caso de sus palabras.
Elías tenía que realizar todavía una gran obra; y cuando esta obra
estuviese hecha no iba a perecer en el desaliento y la soledad. No le
tocaría descender a la tumba, sino ascender con los ángeles de Dios
a la presencia de su gloria.—
La Historia de Profetas y Reyes, 169,
170
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