Página 101 - Testimonios Acerca de Conducta Sexual, Adulterio y Divorcio (1993)

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Luchemos contra pensamientos y sugerencias impuras
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disfruta de su favor particular del mismo modo como su Hijo amado
es honrado, glorificado y está íntimamente asociado con Dios, y su
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vida permanece escondida con Cristo en Dios. ¡Oh, qué amor, qué
amor maravilloso!
Esta es mi enseñanza sobre la pureza moral. El descubrimien-
to de la negrura de la impureza no será ni la mitad de eficaz para
desarraigar el pecado como lo sería la presentación de estos gran-
diosos y ennoblecedores temas. El Señor no ha dado a las mujeres
un mensaje que les permita acometer y atacar a los hombres con su
impureza e incontinencia. Incitan sensualidad en vez de desarraigar-
la. La Biblia, y sólo la Biblia, nos presenta lecciones de auténtica
pureza. Por lo tanto, prediquemos la Palabra.
Cristo, la propiciación por el pecado
—Tal es la gracia de Dios.
Tal es el amor con el cual él nos ha amado, aunque estábamos muer-
tos en delitos y pecados, enemigos en nuestras propias mentes por
nuestras obras impías, sirviendo a la concupiscencia y los placeres,
esclavos de pasiones y apetitos degradados, siervos del pecado y de
Satanás. ¡Cuánta profundidad del amor manifestado por Cristo, al
constituirse en propiciación por nuestros pecados! Por medio del
ministerio del Espíritu Santo es que somos dirigidos al encuentro
del perdón de nuestros pecados.
La pureza y la santidad de la vida de Jesús, tal como nos las
presenta la Palabra de Dios, tienen más poder para reformar y trans-
formar el carácter que todos los esfuerzos realizados para describir
los pecados de los hombres y sus seguros resultados. Una mirada
resuelta dirigida al Salvador levantado en la cruz podrá lograr más
para purificar la mente y el corazón de toda contaminación, que lo
que podrían conseguir las explicaciones científicas de la lengua más
hábil.
Perdón en la cruz
—Ante la cruz, el pecador puede ver su de-
semejanza de carácter con Cristo. Ve la terrible consecuencia de su
transgresión; odia el pecado que ha cometido y se aferra a Jesús
con fe viva. Juzga su condición de impureza a la luz de la presencia
de Dios y de las inteligencias celestiales. Se mide por la norma de
la cruz. Es pesado en la balanza del santuario. La pureza de Cristo
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le ha revelado su propia impureza en sus detestables colores. Se
arrepiente del pecado degradante; mira a Jesús y vive.