Página 122 - Testimonios Acerca de Conducta Sexual, Adulterio y Divorcio (1993)

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Testimonios Acerca de Conducta Sexual, Adulterio y Divorcio
No se imagine que lo peor que puede ocurrirle a Ud. es la pérdida
de sus credenciales. Ud. no es digno de que se le confíe el cuidado
del rebaño. Ud. debe saber esto sin que yo tenga que decírselo.
Se le está concediendo un corto tiempo de prueba; haga lo mejor
que pueda escudriñando la Palabra. Cada una de las bendiciones
despreciadas es una gran pérdida para Ud., pero si se coloca en una
posición correcta con Dios, puede recibir ahora mismo el perdón
del pasado. No permita que su futuro mantenga el borrón negro del
pasado...
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Ud. me pregunta si debe hacer una confesión pública. Mi res-
puesta es: no. No deshonre al Maestro haciendo público el hecho que
un ministro de la Palabra es culpable de un pecado como el que Ud.
ha cometido. Ello sería una desgracia para el ministerio. De ninguna
manera dé publicidad al asunto. Al hacerlo, cometería una injusticia
contra la causa de Dios. Ello haría surgir pensamientos impuros en la
mente de muchos de los que oigan repetir tales cosas. No contamine
sus labios comunicándole el asunto a su esposa, avergonzándola y
haciéndole bajar su cabeza de tristeza. Vaya a Dios y a los hermanos
que conocen este terrible capítulo de su experiencia y dígales lo
que tiene que decirles, y luego permita que se ofrezcan oraciones en
su favor. Cultive la sobriedad. Condúzcase cuidadosamente y ore
siempre. Trate de adquirir fibra moral y repita: “No deshonraré a mi
Redentor”.—
Carta 106a, 1896
.
Mensajes de reprobación
—Lamento que se haya sentido per-
judicado porque le envié al hermano A una copia de la carta que le
había escrito a Ud. De modo alguno lo hice para perjudicarlo. Ud.
mismo me escribió acerca de que le había dado a conocer algunos
hechos relacionados con su persona, y que él pensaba que Ud. debía
hacer una confesión ante la iglesia. Pensé más bien que mi carta
podría ayudarlo a evitar que se dieran algunos pasos y mantener el
asunto en forma tan privada como fuera posible.
De ninguna manera favorezco la idea de que le diga lo sucedido
a su madre. Ella ya tiene abundante tristeza para cargar. Tampoco
apruebo exposición pública alguna del asunto. Pensé que la carta,
que condena el pecado, lo animaría a esperar y a confiar en Dios y
permitiría que el hermano A lo ayudara; pero si ella le ha añadido
aflicciones, complicando las cosas, eso de veras me entristece.