Capítulo 19—A una ama de cas
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La ruina de la felicidad de una esposa
—Me siento conmovida
de espíritu. No puedo mantenerme en paz. Algunos acontecimientos
recientes me han causado angustia de espíritu y agonía del alma;
y cuando pienso en la miseria por la cual pasa la hermana J, cuya
felicidad Ud. ha arruinado para siempre, levanto la pregunta: ¿Cuál
será su recompensa por ello? Seremos juzgados por los hechos rea-
lizados contra nuestro cuerpo. Creo que será justo que Ud. reciba el
castigo que merece, pero debemos recordar las palabras de la Escri-
tura: “Mía es la venganza; yo pagaré, dice el Señor”. Lo que Ud. ha
sembrado, eso cosechará. Sí, recogerá una pródiga cosecha. Ninguna
helada la quemará; ningún moho la marchitará, ninguna oruga la
devorará. Ud. ha sembrado para la carne y cosechará corrupción. Lo
aguarda una pesada retribución.
Ud. no sólo ha pecado contra su familia y ha echado una mancha
sobre sus hijos, el fruto de su cuerpo, que se adherirá a ellos como
lepra, sino que ha arrancado para siempre el gozo y la dicha de la
vida familiar de la hermana J.
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¿Se ha endurecido tanto que ya no teme más a Dios, el juicio y
la eternidad? No teme que sus actos—aunque hayan sido realizados
en secreto—pasen en revista delante de Dios? ¿Se da cuenta de que
sus malas acciones están siendo fielmente registradas en el cielo,
escritas en el libro, y que la Palabra de Dios—el libro de estatutos—
la juzgará en aquel día?
Resultados eternos del adulterio sin arrepentimiento
—¿Qué
ordenó Dios a Moisés que hiciera con los que eran culpables del
adulterio? Debían ser apedreados hasta morir. ¿Terminaba allí el
castigo? No, pues deberán morir la segunda muerte. El sistema del
apedreamiento ha sido abolido, pero la penalidad por la transgre-
sión de la Ley de Dios no ha sido abolida. Si el transgresor no se
Una mujer casada que se enamoró apasionadamente del esposo de otra mujer al
punto de cometer adulterio.
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